Tras un impactante primer volumen, Diábolo Ediciones lanza el segundo tomo (de tres) dedicado a la cabecera Shock SuspenStories, de la mítica editorial EC Comics. Se publicaron dieciocho números, entre marzo de 1952 y enero de 1955, y en sus contenidos primaban sobre todo las historias de crimen y suspense, lo que la convirtió, junto a su hermana Crime SuspenStories, en una de las cabeceras más polémicas de la editorial. No obstante, se incluyeron algunas historias de ciencia ficción, quedando el elemento sobrenatural completamente al margen.
Los guionistas de Shock SuspenStories
Si ya el primer volumen editado por Diábolo nos sorprendió por la crudeza de muchas de sus historias, en este segundo volumen el nivel de truculencia se eleva aún más. Los relatos cuentan con la firma de Al Feldstein, editor de la colección, dibujante y portadista, si bien es conocido que William Gaines, propietario de la editorial, aportaba muchas veces la idea que luego desarrollaba el primero.
En este volumen aparece acreditado un escritor que, por aquellos entonces, daba sus primeros pasos en el campo del terror y la ciencia ficción: Ray Bradbury. En el número 9 de Shock SuspenStories se incluye una breve biografía donde se destacan las obras que había publicado hasta la fecha, y que incluían clásicos como El Hombre Ilustrado o Crónicas Marcianas. Las aportaciones de Bradbury de este tomo son la terrorífica ¡El Pequeño Asesino! (Shock SuspenStories #7) y la tremenda El Juego de Octubre, en el número nueve. Casualidad o no, ambos relatos giran en torno a los niños, y uno se pregunta si Bradbury acarreaba algún problema o trauma, dado lo tremebundo de ambas historias.
En cada número de Shock SuspenStories se incluía un breve relato que ocupaba una o dos columnas de texto. Dichas historias aparecen acreditadas en la edición de Diábolo a Al Feldstein, si bien parecen ser obra de Jerry De Fuccio. Este autor también se encargó de los relatos de texto incluidos en cabeceras como The Vault of Horror, Tales from the Crypt, The Haunt of Fear o Weird Science, entre otras.
Los argumentos ideados por Gaines y Feldstein para Shock SuspenStories se apoyaban en un giro final impactante. Las historias se planteaban de tal modo que se resolvían a veces en la última viñeta. En cuanto a su originalidad, cuesta creer que las premisas fueran totalmente inventadas por ambos autores, pues en lo que respecta al crimen, la realidad casi siempre supera la ficción. Sin embargo, hay relatos que se inspiran o adaptan libremente otras obras, como es el caso de Gotera (Shock SuspenStories #8), una especie de variación de El Corazón Delator, de Edgar Allan Poe. O Última Oportunidad, en el número doce, inspirado probablemente en el libro El Cartero Siempre Llama Dos Veces, de James Cain.
Cuesta destacar historias que sobresalgan de las demás, dada la calidad de todas ellas. Pero si tuviera que quedarme con un puñado, serían: ¡El Soborno!, ¡El Asalto!, ¡Llegó el Alba!, ¡Carroña!, El Sacrificio, Quien Siembra..., En Agradecimiento y Tres Son Multitud. En ellas se abordan temas como la importancia de la honestidad de los funcionarios, las denuncias falsas, la educación de los hijos o el racismo.
Como se puede comprobar, las temáticas sensibles eran habituales en los cómics de la EC, sobre todo en las cabeceras dedicadas al crimen y el suspense. De hecho, cuando Bill Gaines tuvo que testificar ante el comité del senado que debatía el influjo pernicioso de los cómics en la juventud americana, se defendió argumentando que en cada número de Shock SuspenStories, la segunda historia siempre contenía un mensaje moral escogido cuidadosamente. ¿Se cumple esta regla no escrita en los números incluidos en este volumen? Así es, con la notable excepción de ¡Llegó el Alba!, la segunda historia del número nueve, de la cual no se extrae enseñanza alguna.
Los extraordinarios dibujantes de Shock SuspenStories
El extraordinario equipo artístico de Shock SuspenStories contaba con nombres como Jack Kamen, cuyo hijo —¡y qué hijo!— escribe el emotivo prólogo de esta edición, Wally Wood, Joe Orlando, George Evans, Al Williamson, Frank Frazetta, Al Feldstein y Reed Crandall, quien debutaba en EC con la historia ¡Carroña! (Shock SuspenStories #9). Las increíbles portadas eran de Feldstein, excepto las de los números diez (Kamen) y once (Johnny Craig).
Jack Kamen (1920-2008) había aterrizado en EC para dibujar historietas de romances, pero pronto se pasa al horror en publicaciones como Tales from the Crypt y otras cabeceras de suspense y ciencia ficción. Como se puede apreciar en las historias que ilustra de este volumen, su marca de la casa son sus voluptuosas —y muchas veces diabólicas— chicas, una cualidad que viene de su época como dibujante de historietas románticas. ¡La Venus de la Playa!, Picadillo o El Sacrifico son algunas de sus historias de este volumen.
El detallado estilo de Wallace Wood (1927-1981) se deja ver en historias como ¡El Soborno!, ¡El Asalto!, Quien Siembra... o En Agradecimiento... Sus inicios como ayudante de Will Eisner, creador de The Spirit, se notan poderosamente por su maestría en la disposición de las viñetas o el realismo de sus personajes. Fue precisamente Wood quien trajo Joe Orlando (1927-1998) a EC Comics, donde se haría un nombre colaborando en casi todas las cabeceras. Suya es una de las historias más impactantes del volumen, El Mono, todo un alegato en contra del consumo de drogas.
George Evans (1920-2001) colaboró principalmente en las colecciones de horror y suspense de la EC, aunque también escribió y dibujó historias de guerra, dado su interés por la aviación. Su estilo es menos barroco que Orlando o Wood, pero igual de efectivo, como en la historia de Bradbury ¡El Pequeño Asesino! o Gotera. Al Williamson (1931-2010) y Frank Frazetta (1928-2010) no solo comparten fecha de fallecimiento, sino también la historia de ciencia ficción La Llegada, la única que este último dibujó para EC.
Shock SuspenStories, una publicación demasiado buena para durar
A pesar de ser un cómic notable, Shock SuspenStories no pasó de los 18 números. La publicación que había nacido como una especie de cajón de sastre en la que tenían cabida historias de miedo, suspense, ciencia ficción e incluso bélicas pronto pasó a centrarse casi exclusivamente en crímenes, muy a menudo pasionales. Mujeres fatales, infidelidades, celos, abusos, eran el leitmotiv de muchos de los guiones de Feldstein y Gaines. No obstante, la intención del editor no era tanto escandalizar al lector como educarlo dejando patentes conductas y situaciones que ocurrían en la sociedad americana de los 50 que había que evitar a toda costa. De ahí la inclusión, casi siempre en segundo lugar de cada número, de parábolas sobre alguna cuestión social candente, como el consumo de drogas, la delincuencia juvenil, los abusos o el racismo. Entonces, si tan avanzados y positivos eran estos cómics, ¿por qué se cancelaron?
En 1954, Will Gaines fue llamado a declarar por un subcomité del senado debido a la creciente psicosis por el contenido de ciertas publicaciones, las de EC Comics entre ellas. «Cuando escribimos una historia con un mensaje, está escrito deliberadamente de tal manera que el mensaje, como digo, se explica cuidadosamente en los subtítulos. La prédica, si se quiere llamar así, está cuidadosamente explicada en las viñetas, además del hecho de que nuestros lectores a estas alturas saben que en cada número de Shock SuspenStories, la segunda de las historias será este tipo de historia.» Así defendía Gaines el tono y contenido de los guiones más controvertidos, presentados por los miembros del subcomité como prueba de que esos cómics estaban deteriorando la moral de la juventud americana.
De nada sirvió la declaración de Gaines ante el senado. En 1955, Al Felsdtein, editor de Shock SuspenStories, decidió cerrar la cabecera ante la creciente controversia. En lugar de valorar las historias como lo que eran, fábulas morales, los políticos señalaron solo la violencia y el sexo. De este modo, pusieron la primera losa del camino hacia el Comics Code Authority, unas normas censoras que coartarían la creatividad en la industria del cómic durante las siguientes décadas.
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