El productor Darren Star es bien conocido para aquellos que seguimos la serie Sexo en Nueva York. Starr es uno de los artífices de Emily en París, una serie que nos muestra el periplo laboral de Emily (Lily Collins) por la Ciudad de la Luz. Una vez vistos los diez episodios de la primera temporada, os contamos qué podéis esperar de esta serie.
¿DE QUÉ VA LA SERIE EMILY EN PARÍS?
Emily es una chica con un buen trabajo de marketing en Chicago, pero acepta una oferta laboral de un año en una agencia de París. Su llegada a la Ciudad de la Luz dará al traste con sus planes personales previos, de todo tipo. La vida en la nueva agencia y los asuntos sentimentales centran la serie. La intención de Emily en París es mostrar glamour parisino, aderezado con todo lo esperable en una comedia romántica facilona.
¿COMO ES EMILY, LA PROTAGONISTA?
Francamente, a la actriz Lily Collins le falta encanto y presencia para crear la fascinación que despierta Emily a su alrededor. No solo es bastante sosa, también le falta la chispa que tiene su amiga Mindy (Ashley Park). Además, resulta muy poquita cosa al lado de las chicas francesas que aparecen. Si su padre no fuera Phil Collins, un músico con contactos en Hollywood, ¿habría sido tan sencillo su acceso a papeles protagonistas? Al igual que en Sexo en Nueva York, cada capítulo es un desfile de modelitos de precios imposibles que no llegamos a saber cómo consigue. Pero a diferencia de Carrie Bradshaw, no está bien definida psicológicamente. De todas formas, aunque absurdo, es bonito de ver. Y más en estos tiempos de pijamas forzosos.
LA VIDA LABORAL DE EMILY EN PARÍS
En cuanto a las capacidades laborales de Emily, la chica muestra más talento en una temporada que Don Draper en todo Mad Men. No importa que las chorradas que piensa para Instagram sean superadas por cualquier niña de secundaria. Todos caen rendidos ante cualquier hashtag mamarracho que se le ocurre. Dueños de multinacionales solo tienen que verla para decidir hacer lo que a ella se le antoja como en un cuento de hadas. Los compañeros de la oficina tampoco tienen mucho sentido. Quizás lo mejor sea su glamurosa jefa con la que tiene algunos encontronazos. Aunque viendo el rendimiento de la chica, no se entiende que no le ponga un monumento. No es una serie que se preocupe mucho de la realidad, sino de una fantasía bien adornada.
¿QUÉ SUPONE QUE EMILY EN PARÍS SE CENTRE EN PARÍS?
Si bien pudiera parecer que Darren Star cambia Nueva York por París, el contraste cultural que se produce por la visión de la chica norteamericana de los negocios con la de sus compañeros tiene su aquel. No es que no sea una colección de tópicos, pero al menos entretiene. Y por una vez se agradece que los norteamericanos se dignen a salir de su país para contarnos algo. Aunque se equivoquen.
En cuanto a los escenarios, en otros momentos quizás no fuera tan necesario. Pero viendo que todo el planeta ha tenido que cancelar cualquier perspectiva de viaje, los escenarios y paseos se agradecen enormemente. París es muy hermosa, y desde luego el París que nos muestran no es la de los chalecos amarillos o la de niños durmiendo en la calle. Aquí todo es tomar algo en terrazas bellísimas a todas horas, moda y glamour. Y gente amable no, amabilísima.
LA VIDA AMOROSA DE EMILY EN PARÍS
Aquí ya es cuando el tópico se desborda. Chicos sacados de marquesinas de anuncios de colonias pretenden a Emily sin parar. Algunos son tan guapos, como Gabriel (Luca Bravo), que uno se plantea por qué no es modelo. Tenemos herederos, altos cargos, parejas de compañeras de todas las edades que caen rendidos ante la protagonista. No es spoiler decir cómo termina el novio con el que comienza la serie. Hay kleenex que han tenido más recuerdo en la memoria que este chico de comportamiento absurdo. Se lo podrían haber ahorrado desde el principio.
Emily En París no tiene intención de analizar las relaciones sentimentales o sexuales, todo es más simple que un huevo frito. Y muy poco creíble, desde las situaciones a los comportamientos, pasando por las casualidades. Lo importante es aparecer en revistas de estilo.
Reconozco que, a pesar de todo, he disfrutado a ratos del paisaje parisino y de la vida de terraza en terraza y de fiesta en fiesta. En otros momentos, quizás no habría sido suficiente, pero en estos sí. El final da pie a una segunda temporada. Me temo que en mi caso, ni otro confinamiento hará que la vea. No va a darme más de lo que ya me ha dado.
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