Sin hacer mucho ruido y casi por sorpresa, Amazon Prime ha estrenado la primera temporada de una nueva serie de ciencia ficción, Upload. El creador de la misma, Greg Daniels (The Office, Parks and Recreations) nos lleva al futuro cercano, concretamente al 2033. ¿Qué es lo más destacable que nos espera? Pues la posibilidad de que, antes de morir, poder recopilar todos nuestros recuerdos y descargarlos en un mundo virtual. ¿O es que algo tan tonto como morirse va a ser un problema para seguir gastando?
Aunque en un principio nos recuerda poderosamente al episodio de Black Mirror San Junipero, esta serie marca claras diferencias. Conocemos a Nathan, interpretado por Robbie Amell (The Tomorrow People, The Flash) el guapo primo de Stephen Amell, el protagonista de Arrow. El chico es un simpático pillo que de repente tiene un accidente imposible: en un coche de conducción autónoma. Su muy pija novia, Ingrid (Allegra Edwards), decide que debe aprovechar para descargarlo en el programa Lake View. Allí, Nathan comienza su muerte con todas las comodidades, no exentas de un alto precio que irá abonando su novia.
A cargo de que la experiencia de Nathan sea lo más satisfactoria posible en este paraíso virtual, está su ángel, Nora (Andy Allo). Una chica que se enfrenta al mundo real de 2033, relaciones superficiales, malos trabajos, una vida que va a peor...
La serie tiene un sentido del humor innegable, resultando mucho más profunda de lo que pudiera parecer a simple vista. La pareja protagonista funciona, resultando ambos muy simpáticos a pesar de no ser ningún dechado de perfecciones, especialmente Nathan. Daniels consigue una certera crítica al mundo de consumo compulsivo en el que estamos inmersos, aunque sea de cosas no reales. Y por desgracia, se incrementa la presión de obtener buena puntuación para todo, algo que también vimos en Black Mirror, en su episodio Caída en Picado.
EL MUNDO DE LOS DESCARGADOS Y LOS VIVOS TIENE CONTACTO, PARA BIEN Y PARA MAL |
El mundo que ha construido en la realidad virtual es terriblemente creíble a pesar de su absurdez. Aquello de que todos somos iguales ante la muerte se acabó. Las ideas que vemos desarrollar acerca de lo que verdaderamente supondría que la gente siguiera viviendo en este mundo virtual, y que pudieran contactar con los vivos, son muy buenas. El crío de once años, el que se quiere aprovechar de las cosas sin pagar... Y luego el desinterés de los vivos por los que están ya en este extraño más allá con el paso del tiempo.
A la vez que nos divierte y entretiene, mostrando los posibles avances que nos esperan en poco más de una década, nos hace pensar. Sus ágiles episodios de media hora ayudan a ello. No falta, como es de suponer, una trama de fondo con su correspondiente misterio que unos y otros irán investigando. Los espectadores no estamos tampoco al tanto de lo que realmente ha sucedido, siendo esta trama la mejor excusa para la segunda temporada.
Francamente, creo que con una temporada es más que suficiente, ya que lo que resulta sorprendente en esta primera, los avances que vemos y el funcionamiento del mundo virtual, se puede volver repetitivo. Pero es evidente, viendo el final de esta temporada, que aspira a una segunda. No lo han hecho mal, ya que hay unos cuantos giros inesperados e incógnitas que resolver. Habría agradecido un final cerrado, pero la rentabilidad que tanto critica la serie manda. De momento, recomiendo esta primera como una refrescante muestra de ciencia ficción y dramedia. Ya es algo.
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