Como viene siendo habitual, actores y actrices de primera línea se apuntan a eso de las miniseries para televisión y plataformas. En este caso, la serie es de FX aunque se estrena en HBO por estos lares. La producción estadounidense trata de contarnos la lucha contra la ERA (Enmienda de Igualdad de Derechos) que llevó a cabo una mujer llamada Phyllis Schlafly, divinamente interpretada por Cate Blanchett. Sin embargo, visto el primer capítulo, no he sido capaz de ver el segundo por puro aburrimiento y hastío propagandístico. Os describo por qué.
La serie, técnicamente, no tiene nada que pueda ser reprochable. Bien ambientada, rodada, y con actores de primera línea que encajan perfectamente en sus papeles. Los problemas son otros. Desde el tráiler y el anuncio, se nos presenta a la señora Schlafly como una villana, pretendiendo adoctrinar con la serie la posición que es correcta y la que no. Esto ya me creó rechazo, pues las verdades absolutas no existen y, si se presta atención a todos los discursos, siempre hay algo aprovechable en alguno. Por muy lejos que puedan estar de nuestras elecciones políticas.
La serie parece defender una idea particular del feminismo, la que parece imponerse en los medios de comunicación actuales, pero mucho menos en la sociedad civil, ocupada con otros menesteres como sobrevivir. Habiendo visto mucho cine de los años setenta, esa vida encorsetada que pretende transmitir la miniserie no me cuadra con los cineastas que nos lo contaron en directo. Los momentos aparentes de sufrimiento de Schlafly, curiosamente, caen en los mismos estereotipos que la serie pretende combatir sin ambages. Por ejemplo, tener sexo con su marido a desgana, como si las mujeres no pudieran tener la iniciativa ni disfrutar del sexo, siendo meros objetos de sus maridos.
Por otra parte, estando muy alejada de esta mujer ideológicamente, me parece admirable en muchos sentidos. Siendo de origen humilde, tiene su vida resuelta gracias a un matrimonio ventajoso, que le permite tener criados y aficiones políticas con seis hijos. De hecho, quien determinó su ascenso social y le dio los contactos necesarios para hacer carrera política y ser influyente fue su marido. Phyllis Schlafly teme que la igualdad suponga en realidad pérdida de derechos y afecte a su cómoda vida y a la de otras mujeres. Por ejemplo, tener que ir a la guerra, algo completamente lógico. Luego ya defiende otras ideas más conservadoras, religiosas y propias de su clase social, que cada uno es libre de coincidir con ellas o no.
La serie es bastante aburrida, se pierde en debates políticos que no resultan naturales, o en escenas que pretenden transmitirnos lo sufrido que era ser mujer en la época. Como la cuñada que sufre por ser soltera y no haber tenido hijos mientras va y viene donde le apetece. El adoctrinamiento está presente en todo el capítulo, que parece más largo de lo que es a pesar de sus cuarenta y tres minutos de duración.
No le doy una segunda oportunidad porque no creo que esta señora merezca una serie, ni el enfoque que le dan me parece justo. Para ser yo una persona que disfruta con series de esta temática, por ejemplo la interesante La Voz Más Alta, ya tiene que ser fallida Mrs. America.
Una pena que se dé tanto bombo a cualquier cosa que puedan vender como feminismo en las webs que llenan sus páginas con el bolso que necesitarás esta temporada o la crema que te hará parecer diez años más joven. Una contradicción que no me apetece seguir sufriendo con esta serie.
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