En la plataforma Netflix acaban de estrenar una miniserie de cuatro episodios donde se narra la vida de la empresaria norteamericana Madam C. J. Walker. Esta mujer, verdadero exponente del sueño americano, consiguió levantar una gran empresa de productos para el cuidado capilar a principios del siglo veinte. Protagonizada por la popular Octavia Spencer (Criadas y Señoras, El Sótano de Ma), una vez vista la serie al completo nos proponemos a analizar qué nos ha parecido.
La primera impresión que produce la serie es la misma que teníamos hace años al ver las miniseries de sobremesa que programaban en las perezosas tardes de fin de semana. El problema es que estas series, previas al imperio de lo políticamente correcto, eran más creíbles que esta. Nada tiene que ver esta miniserie de Netflix con otras de sus producciones, como por ejemplo Harlots: Cortesanas, una serie que nos recomiendan en Plot Twist.
Podemos pasar por alto el hecho de que incluyan anacrónicas canciones modernas como banda sonora. Entiendo que haya gente que le moleste, pero es algo que también ocurre en series como Peaky Blinders y bien celebrada que es en ese sentido.
La historia que nos cuenta Madam C.J. Walker, Una Mujer Hecha a sí Misma es la siguiente. Sarah Breedlove (que adopta el apellido Walker en su segundo matrimonio) tiene problemas de caída de cabello, algo normal en una época donde la mala alimentación, el estrés y la poca higiene asolaba a población. La buena mujer da con un tratamiento que le funciona, creado por Addie Munroe (Carmen Ejogo), una bella mulata que tiene ambiciones con su producto. Dado que no permite a Sarah incorporarse a la empresa por su falta de belleza, esta decide crear su propio producto imitando el de Addie y venderlo por su cuenta.
WALKER NO TARDA DEMASIADO EN TREPAR A LO MÁS ALTO DE LA SOCIEDAD |
No hace falta haber leído la biografía de la protagonista para ver que el antagonismo que se va desarrollando a lo largo de los capítulos no fue real. En realidad, el personaje que representa Addie también triunfó en el mundo de la empresa.
Walker disfruta de un segundo matrimonio razonablemente feliz, algo no muy común en aquella época, donde casarse era más una cuestión de supervivencia que de otra índole. No nos explican cómo crea una fórmula de la nada que funcione, o de dónde saca los envases todos iguales y con su nombre impreso. Empieza a vender poco a poco y va implicando inevitablemente a la familia. Esta tiene un retrato no muy apasionante: un marido celoso del éxito de su mujer que ve amenazada su masculinidad, y una hija que va y viene con un marido idiota y traidor. El resto de personajes no son muy interesantes, salvo el abuelo que vivió la esclavitud y ejerce de conciencia colectiva de todos.
La manía de meter con calzador supuestos problemas actuales en épocas donde no se podían permitir perder el tiempo con ellos está presente en esta miniserie, lo cual desmerece su credibilidad. Un ejemplo es el retrato que hacen de la tendencia sexual de Lelia Walker (Tiffany Haddish), hija de la protagonista, ya que no hay evidencias de que no fuera heterosexual.
La serie entretiene hasta cierto punto, pero tengo la sensación de que la vida real de esta mujer fue bastante más interesante que esta ficción. Le falta generar emoción o interés, se va desarrollando de una manera rutinaria, previsible, casi con el piloto automático. Si os apetece una miniserie corta, sin complicaciones y que se pueda ver mientras atendéis otras tareas de la casa, no es mala opción, pero no le pidáis mucho más.
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