Hace 42 años se estrenaba Star Wars: Una Nueva Esperanza, conocida aquí en España como La Guerra de las Galaxias, un evocador título que merece la pena reivindicar. El pasado 19 de diciembre la nonalogía ideada por George Lucas llegaba a su fin, con el estreno de Star Wars: El Ascenso de Skywalker, una película que ha abierto una profunda brecha en el corazón de los fans de la saga. En este episodio IX asistimos al fin del viaje de viejos y de nuevos personajes, con momentos inevitablemente emotivos que han logrado hacer brotar alguna que otra lagrimita a más de un espectador. Pero ¿ha merecido este último trayecto realmente la pena? ¿Ha cumplido Disney la promesa que hiciera al adquirir la franquicia de tratar con respeto los personajes y líneas argumentales planteados en 1977 por Lucas? El resultado final de esta última trilogía de películas no parece arrojar un saldo positivo, sobre todo por esta última entrega, El Ascenso de Skywalker.
En una reciente entrevista concedida a la revista Rolling Stone, Kathleen Kennedy —presidenta de Lucasfilm desde su adquisición por Disney— se quejaba de que echaba en falta material inspirador para las nuevas películas de Star Wars. «No hay material fuente. No tenemos cómics. No tenemos novelas de 800 páginas», eran sus palabras. La decisión de la compañía de no utilizar el rico Universo Expandido como fuente de inspiración para las nuevas películas de Star Wars cae finalmente como una losa sobre Disney. El Ascenso de Skywalker es solo la consecuencia final de aquella decisión irracional; ya la habíamos sufrido en los episodios VII y VIII y en el film sobre Han Solo, con la notable excepción de Rogue One.
Entonces, ¿es El Ascenso de Skywalker una mala película? No, en absoluto... si no fuera de Star Wars. Tras dirigir la floja El Despertar de la Fuerza, J. J. Abrams recibe de nuevo el encargo de volver a la saga con un resultado final que, aunque algo superior a las dos películas anteriores, está muy lejos de ser el broche final que Star Wars se merecía. En este episodio noveno, descubrimos por fin el linaje de Rey (Daisy Ridley), asistimos al resurgir de algún que otro personaje que creíamos amortizado y se recurre al socorrido recurso del fan service para contentar a los seguidores más fieles de la saga.
El resultado final de esta última trilogía de películas no parece arrojar un saldo positivo, sobre todo por esta última entrega, El Ascenso de Skywalker
A continuación, entraré a analizar la película pero, para ello, he de describir ciertos aspectos de la trama que pueden ser considerados spoilers, quedas advertido.
Tras un breve texto de apertura —¿el más breve de las nueve películas?— en el que se nos desvela que el emperador Palpatine está vivito y coleando, se nos muestra una espectacular escena de lucha protagonizada por Kylo Ren (Adam Driver). Ya en dicho texto de apertura los guionistas J. J. Abrams y Chris Terrio cometen el primer pecado mortal: resucitar a Palpatine. ¿Por qué? Porque podemos hacerlo, habrán dicho. Esto echa por tierra todos los esfuerzos y sacrificios que los personajes —sobre todo Luke y Vader— hicieron en la trilogía original para vencer al Imperio. De paso, deja como un inútil a Darth Vader por no ser capaz de matar a alguien tirándolo a un pozo de energía de una estación espacial, la cual, minutos después, estallaba en millones de fragmentos. Nótese el sarcasmo...
Pero dejemos de lado este monumental deus ex machina y centrémonos en los nuevos protagonistas de la saga. Tras robar un sistema de navegación Sith, Ren viaja a las regiones inexploradas de la galaxia hasta el planeta Exegol. Allí encuentra a Palpatine, quien ha estado construyendo en secreto una inmensa flota de destructores estelares bajo la superficie helada del planeta. Por supuesto, ello ha pasado inadvertido para la Rebelión, quien parece contar con espías incluso en los puestos más elevados de la Primera Orden. Pareciera como si los responsables de Lucasfilm, con Kathleen Kennedy a la cabeza, hubiesen dado a los guionistas la orden de arreglar todo lo que no había funcionado en los dos episodios precedentes. Ahora resulta que el líder supremo Snoke solo era un títere a manos de Palpatine...
Este recurrir al villano de la trilogía clásica —y de las precuelas de George Lucas— obedece a un intento desesperado por parte de Disney de arreglar la falta de un villano con fuerza en las nuevas películas. La poca fuerza del general Hux (Domhnall Gleeson) en la primera película y la fugaz aparición y muerte de Snoke en la segunda dejaron huérfana de un buen villano a la nueva trilogía. En realidad, si no hubiese sido por Kylo Ren, estas tres películas habrían carecido de un villano potente y carismático. Adam Driver, aunque realiza un gran esfuerzo interpretativo, hace lo que puede con un papel que no llega, ni de lejos, al carisma que desplegaba Darth Vader en la trilogía original.
Pareciera como si los responsables de Lucasfilm, con Kathleen Kennedy a la cabeza, hubiesen dado a los guionistas la orden de arreglar todo lo que no había funcionado en los dos episodios precedentes
¿Qué hacen mientras tanto Poe Dameron, Finn y Chewbacca? Pues dar saltos por el hiperespacio perseguidos por cazas TIE, los cuales ahora parecen estar dotados para alcanzar la velocidad de la luz. Otra inconsistencia más del guion de Abrams y Terrio. Mientras, en la base rebelde, Rey es entrenada por la general Leia para potenciar sus habilidades jedi. Este es un aporte original de las nuevas películas, ya que, aunque en en aquellas ya se establecía que la Fuerza también era intensa en Leia, no se desarrollaba su lado jedi. El entrenamiento jedi de Leia se plasma en esta película con un flashback en el que ambos hermanos sostienen una pelea con los sables láser. Es una breve escena en la que la recreación digital de Mark Hamill y Carrie Fisher es oscurecida sospecho que para disimular su escasa calidad y no suscitar críticas, como las surgidas a raíz del rejuvenecimiento de la fallecida actriz al final de Rogue One.
Tras este punto, la película se convierte en una curiosa mezcla entre En Busca del Arca Perdida y Star Wars, con los protagonistas saltando de planeta en planeta en busca del navegador Sith que los conducirá hasta la guarida de Palpatine. A partir de aquí, vemos cómo los guionistas, bastante escasos de originalidad, hacen que los personajes vayan encontrando las sucesivas pistas y objetivos de modo casi milagroso. Por ejemplo, el modo en el que hallan la nave abandonada del cazarrecompensas —¡gracias a Lando!—, o cómo poco después hallan una daga Sith con una inscripción que C-3PO, convenientemente, no puede reproducir debido a su programación.
Pero sigamos con las casualidades. Como el droide no es capaz de pronunciar el texto de la inscripción, deben extraer dicha información de su memoria. Para ello, han de viajar a otro planeta donde encontrar un hacker que lo haga. Allí, obviamente, se toparán con más problemas, lo que no será obstáculo para que Poe Dameron se reencuentre con un antiguo amor. En este punto se hace evidente que los guionistas de la película han intentado introducir a machaca martillo continuos saltos de escenario para imprimir ritmo a la película. Y, aunque lo consiguen —las críticas que tildan de aburrida a esta película no creo que sean certeras—, lo hacen a costa de la credibilidad y de una adecuada suspensión de la incredulidad por parte del espectador.
El planeta desértico donde Rey y los demás hallan la daga Sith es escenario de otra inconsistencia que no tendría demasiada importancia si no se usara de forma crucial en determinados momentos del film. Cuando los protagonistas llegan a una especie de celebración tribal, Rey recibe un collar de manos de una niña nativa. Momentos después, Rey tiene una visión de Ren en la que ambos interactúan, hasta el punto de que este le arrebata físicamente el collar. Obviamente, utilizan el objeto para rastrearlos hasta ese sistema. ¿En qué momento de las películas originales se establece que es posible interactuar físicamente con una visión? ¿O cómo es posible enviar objetos materiales, como el sable láser que Rey le proporciona a Kylo Ren en los momentos finales de la película? Aparentemente, es un nuevo aspecto de la Fuerza que no conocíamos hasta ahora y que los guionistas han tenido a bien usar a discreción en esta película. Y eso por no hablar del poder sanador que tan bien domina la protagonista y que veremos en acción en escenas sucesivas, tan sacado de la manga como el teletransporte de objetos físicos. Bueno, para ser honesto, este poder curativo de la Fuerza ya había hecho su aparición en el Universo Expandido —rebautizado por Disney como Legends— en varios videojuegos y en la novela Lealtad (2007), de Timothy Zahn.
De un planeta saltamos al siguiente, casi sin solución de continuidad, esta vez a Kijimi. Allí los guionistas intentan de nuevo dar al personaje de Poe Dameron algo más de profundidad, otorgándole un pasado como contrabandista. Lo siento señores guionistas, no basta ser contrabandista para hacer que un personaje de Star Wars sea carismático. Les sirvió para Han Solo, pero de eso hace mucho, mucho tiempo... A estas alturas de la historia, intentar darle algo más de relieve a unos protagonistas tan tremendamente sosos es ya misión imposible. Ni Finn ni Dameron han sido capaces de encandilar al público, sencillamente porque no transmitían nada al espectador. Tampoco la interpretación de Daisy Ridley es que haya sido nada del otro mundo, aunque sospecho que es más por culpa de los guiones que de la propia actriz.
Otro de los recursos de los que constantemente echan mano los guionistas de El Ascenso de Skywalker es el fan service. En su estancia en Kijimi, Dameron recibe de una vieja amiga un medallón que les permitirá acceder sin restricciones a cualquier instalación o nave imperial. El momento en el que usan dicho medallón es calcado a la escena de las películas clásicas en las que se cuelan en la Estrella de la Muerte con una clave imperial robada. Obviamente, los guiños a los fans son continuos en la película. De hecho, cuando Rey llega a los restos de la Estrella de la Muerte en el planeta oceánico, accede a la mismísima sala del trono del emperador, la que vimos en El Retorno del Jedi. O cuando se le aparece su otro yo Sith, otra situación que ya vimos retratada de otro modo en El Imperio Contraataca.
Entonces, si El Ascenso de Skywalker está tan plagado de guiños a los fans de la saga de toda la vida, ¿por qué no ha satisfecho a tantos de ellos? Porque no se puede construir una buena historia sobre Star Wars basándose solo en easter eggs y homenajes a momentos pasados de la trilogía clásica. Está bien que, de vez en cuando, haya algún elemento, personaje o situación reconocible por quienes hemos crecido viendo —y amando— estas películas. No obstante, pretender construir una buena historia solo apoyado en esos elementos es un error, y a la vista está.
Otro momento estelar de la cinta es aquel en el que Kylo Ren y Rey luchan, sable en mano, sobre los restos de la Estrella de la Muerte, sacudida por el violento oleaje de la luna Kef Bir. Es este momento el elegido por Abrams para poner punto y final al viaje de Leia, al agotar toda su energía vital en distraer a su hijo, a cientos de años luz de distancia. Rey aprovecha el despiste y atraviesa a Ren con su sable para, segundos después, sanarlo con su poder curativo. El fallecimiento de Carrie Fisher hace ahora tres años hizo que se tuvieran que usar planos descartadas de las anteriores películas para que fuera posible su aparición en El Ascenso de Skywalker. Curiosamente, sus breves apariciones son de las cosas que menos chirrían de la película, como si hubiera existido una especie de especial precaución en tratar con respeto a tan querido personaje.
Y de nuevo volvemos a tener otro de esos deus ex machina que tanto le gustan a los guionistas de esta película: la aparición de Han Solo a su hijo Ben. No lo hace como un fantasma de la Fuerza, puesto que no era un jedi, sino como una especie de visión que su hijo parece tener y que desencadena una epifanía que le hace renegar del lado oscuro. El momento es bastante anticlimático ya que no le queda claro al espectador qué demonios es lo que está viendo. Puestos a inventarse cosas y sacarse reglas de la manga, ¿por qué no hicieron al personaje de Harrison Ford aparecer como un fantasma de la Fuerza, algo que habría podido hacer gracias a su vínculo especial con dos personas en las que la Fuerza era intensa, Luke y Leia? Quien no se inventa nada soy yo porque, como veremos más adelante, Palpatine utiliza el vínculo especial que comparten Rey y Kylo Ren para regenerar su energía... Pero no nos adelantemos a los acontecimientos.
Y llegamos al clímax de la película. Llegados a esta altura, apabullado por el trepidante montaje, uno no es capaz todavía de reaccionar ante tanto desaguisado argumental. De hecho, cuando finaliza la película, la sensación es de meridiana satisfacción, una sensación que rápidamente se va diluyendo. Tras un breve encuentro con el fantasma de Luke —quien ahora es capaz de sostener un sable y levantar su antiguo Ala-X del lecho marino—, Rey viaja a Exegol, el planeta refugio de Darth Sidious. Este le confirma que, en efecto, es su nieta y que debe matarlo para que su espíritu maligno la posea. ¿Para qué se lo dice? Si no se lo hubiese dicho, lo habría matado y la película se hubiera acabado en ese instante. Punto pelota, Rey convertida en Sith, ¡genial!
Pero, un momento. ¿Desde cuándo Palpatine tiene familia? Y si la tenía, ¿por qué no se hace referencia a ella en ninguna de las películas anteriores? No queda claro si Rey es nieta de él por parte de madre o de padre. Lo que sí deja claro Palpatine es que sus padres no eran nadie y que siempre intentaron ocultarla para que no terminara con ella. Este es uno de los hechos más controvertidos, no solo de esta película, sino de toda la nueva trilogía. El origen de Rey ha sido uno de los motores que ha movido la trama de estas tres películas y, como para trolear a los fans, Abrams ha tomado la calle de enmedio: ni Kenobi ni Skywalker, Rey es una Palpatine. ¡Toma ya! Otra incoherencia más a la lista.
Mientras tanto, Kylo Ren llega en ayuda de Rey, a la vez que la flota rebelde, en inferioridad numérica, intenta atacar los acorazados de la Orden Final. Este escenario es el equivalente al clímax de El Retorno del Jedi, rayos energéticos incluidos. Tras ventilarse a sus antiguos compañeros, los Caballeros de Ren, Ben Solo, ya redimido, acude en ayuda de Rey. Sin embargo, el emperador los doblega fácilmente, intentando drenarles la energía vital que los une, y lanzando finalmente a Ren a un pozo cercano. Rey, tras recibir aliento de los jedis muertos, contraataca y reduce a Palpatine a polvo, falleciendo por el esfuerzo. Ren, que no había muerto —¿cómo se salva de la caída?— la toma en su regazo, la resucita, se besan y, finalmente, muere debido al esfuerzo, desvaneciéndose en el aire y haciéndose uno con la Fuerza.
Detengámonos en este innecesario final. De las muchas maneras en las que los guionistas podían finalizar la película, han elegido la peor, la más incomprensible y la que más ampollas ha levantado entre los fans. El único personaje que ha sido capaz de suscitar cierta admiración entre los nuevos y viejos seguidores de Star Wars es, quien al final, debe entregar su vida en sacrificio. El último Skywalker entrega su vida para salvar a la última Palpatine. El solo hecho de poner negro sobre blanco dichas palabras ya me produce urticaria. Pero lo peor aún está por llegar, y eso que solo restan unos pocos minutos para que la película finalice.
Tras la más que discutible decisión de matar a Ben Solo, Rey vuelve a Tatooine, al hogar que Luke Skywalker compartió con los Lars. Tras enterrar en la arena los sables de Luke y Leia y haber construido el suyo propio, una viajera le pregunta por su nombre. Rey, tras entrever los fantasmas de Luke y Leia, le contesta Rey Skywalker. El plano final es Rey, con BB-8, y los soles gemelos poniéndose en el horizonte. La adopción del apellido Skywalker debe verse como un homenaje a quienes significaron tanto en su vida y en la de millones de seres de toda la galaxia. No obstante, ello ha mosqueado a muchos fans, que lo ven como una especie de traición a la saga misma. George Lucas ideó esta aventura como la historia de una familia, la Skywalker. Sin embargo, al final, ha concluido con la muerte de todos sus miembros. Pero no tenía que haber sido así.
¿Por qué un final tan desesperanzador? Porque en lo que a mi respecta, el final elegido no me da ninguna esperanza de nada. De hecho, traiciona la trilogía clásica. Las tres películas originales, los episodios IV, V y VI, finalizan con optimismo y esperanza —hasta la primera entrega se rebautizó como Una Nueva Esperanza—. La primera finaliza con la destrucción de la primera Estrella de la Muerte; El Imperio Contraataca, con los protagonistas admirando la magnificencia de la galaxia; El Retorno del Jedi, con el triunfo final —aunque se ve que no fue así— de las fuerzas rebeldes sobre el Imperio. Sin embargo, ¿cómo finaliza El Ascenso de Skywalker?
No era necesario matar a Ben Solo. Imagina que ambos sobreviven, que Rey vuelve con sus amigos a celebrar la victoria. Pero Ben no está con ella; las heridas aún no están cerradas y muchos han sufrido a sus manos cuando abrazaba el lado oscuro. En la escena final, vemos a Rey en Tatooine, en la granja de humedad de los Lars, con un niño pequeño entre sus brazos. En la distancia, mientras los soles gemelos se ocultan, vemos aproximarse una figura familiar. Los tres, Rey, Ben y el pequeño, se funden en un abrazo. ¿Tan difícil era hacer algo parecido a esto? No era necesario terminar las cosas de manera tan trágica. La supervivencia de Ben Solo no habría solucionado los errores cometidos a lo largo de la película, pero habría ayudado en algo a paliarlos.
Los distintos responsables implicados en el desarrollo y la desigual acogida de las dos anteriores entregas son los posibles culpables de que El Ascenso de Skywalker —más bien El Ascenso de Palpatine— no haya sido el broche final que la saga merecía. Todos los esfuerzos porque los espectadores conecten con los nuevos personajes, salvo honrosas excepciones, han terminado en fracaso. Tampoco se han respetado muchas cosas que habían quedado establecidas en anteriores películas, no solo de la nueva trilogía, sino de las seis anteriores. Todo se ha hecho rápido y mal, intentando contentar a todos para terminar no satisfaciendo a casi nadie.
Cuesta creer que esta saga, adorada y reverenciada por tantos millones de seguidores, haya finalizado de esta manera tan poco convincente. Ha habido momentos emocionantes, no se puede negar, sobre todo aquellos en los que los viejos protagonistas hacían acto de presencia. Quitando esos momentos, no puede salvarse mucho del resto. Aún no he visto la serie El Mandaloriano, aunque dicen que merece mucho la pena. Sin embargo, sospecho que me espera otra decepción. Ser un fan veterano es lo que tiene, casi nada de lo nuevo llega a satisfacernos del todo.
De un planeta saltamos al siguiente, casi sin solución de continuidad, esta vez a Kijimi. Allí los guionistas intentan de nuevo dar al personaje de Poe Dameron algo más de profundidad, otorgándole un pasado como contrabandista. Lo siento señores guionistas, no basta ser contrabandista para hacer que un personaje de Star Wars sea carismático. Les sirvió para Han Solo, pero de eso hace mucho, mucho tiempo... A estas alturas de la historia, intentar darle algo más de relieve a unos protagonistas tan tremendamente sosos es ya misión imposible. Ni Finn ni Dameron han sido capaces de encandilar al público, sencillamente porque no transmitían nada al espectador. Tampoco la interpretación de Daisy Ridley es que haya sido nada del otro mundo, aunque sospecho que es más por culpa de los guiones que de la propia actriz.
Otro de los recursos de los que constantemente echan mano los guionistas de El Ascenso de Skywalker es el fan service. En su estancia en Kijimi, Dameron recibe de una vieja amiga un medallón que les permitirá acceder sin restricciones a cualquier instalación o nave imperial. El momento en el que usan dicho medallón es calcado a la escena de las películas clásicas en las que se cuelan en la Estrella de la Muerte con una clave imperial robada. Obviamente, los guiños a los fans son continuos en la película. De hecho, cuando Rey llega a los restos de la Estrella de la Muerte en el planeta oceánico, accede a la mismísima sala del trono del emperador, la que vimos en El Retorno del Jedi. O cuando se le aparece su otro yo Sith, otra situación que ya vimos retratada de otro modo en El Imperio Contraataca.
A estas alturas de la historia, intentar darle algo más de relieve a unos protagonistas tan tremendamente sosos es ya misión imposible
Entonces, si El Ascenso de Skywalker está tan plagado de guiños a los fans de la saga de toda la vida, ¿por qué no ha satisfecho a tantos de ellos? Porque no se puede construir una buena historia sobre Star Wars basándose solo en easter eggs y homenajes a momentos pasados de la trilogía clásica. Está bien que, de vez en cuando, haya algún elemento, personaje o situación reconocible por quienes hemos crecido viendo —y amando— estas películas. No obstante, pretender construir una buena historia solo apoyado en esos elementos es un error, y a la vista está.
Otro momento estelar de la cinta es aquel en el que Kylo Ren y Rey luchan, sable en mano, sobre los restos de la Estrella de la Muerte, sacudida por el violento oleaje de la luna Kef Bir. Es este momento el elegido por Abrams para poner punto y final al viaje de Leia, al agotar toda su energía vital en distraer a su hijo, a cientos de años luz de distancia. Rey aprovecha el despiste y atraviesa a Ren con su sable para, segundos después, sanarlo con su poder curativo. El fallecimiento de Carrie Fisher hace ahora tres años hizo que se tuvieran que usar planos descartadas de las anteriores películas para que fuera posible su aparición en El Ascenso de Skywalker. Curiosamente, sus breves apariciones son de las cosas que menos chirrían de la película, como si hubiera existido una especie de especial precaución en tratar con respeto a tan querido personaje.
Y de nuevo volvemos a tener otro de esos deus ex machina que tanto le gustan a los guionistas de esta película: la aparición de Han Solo a su hijo Ben. No lo hace como un fantasma de la Fuerza, puesto que no era un jedi, sino como una especie de visión que su hijo parece tener y que desencadena una epifanía que le hace renegar del lado oscuro. El momento es bastante anticlimático ya que no le queda claro al espectador qué demonios es lo que está viendo. Puestos a inventarse cosas y sacarse reglas de la manga, ¿por qué no hicieron al personaje de Harrison Ford aparecer como un fantasma de la Fuerza, algo que habría podido hacer gracias a su vínculo especial con dos personas en las que la Fuerza era intensa, Luke y Leia? Quien no se inventa nada soy yo porque, como veremos más adelante, Palpatine utiliza el vínculo especial que comparten Rey y Kylo Ren para regenerar su energía... Pero no nos adelantemos a los acontecimientos.
Y llegamos al clímax de la película. Llegados a esta altura, apabullado por el trepidante montaje, uno no es capaz todavía de reaccionar ante tanto desaguisado argumental. De hecho, cuando finaliza la película, la sensación es de meridiana satisfacción, una sensación que rápidamente se va diluyendo. Tras un breve encuentro con el fantasma de Luke —quien ahora es capaz de sostener un sable y levantar su antiguo Ala-X del lecho marino—, Rey viaja a Exegol, el planeta refugio de Darth Sidious. Este le confirma que, en efecto, es su nieta y que debe matarlo para que su espíritu maligno la posea. ¿Para qué se lo dice? Si no se lo hubiese dicho, lo habría matado y la película se hubiera acabado en ese instante. Punto pelota, Rey convertida en Sith, ¡genial!
Pero, un momento. ¿Desde cuándo Palpatine tiene familia? Y si la tenía, ¿por qué no se hace referencia a ella en ninguna de las películas anteriores? No queda claro si Rey es nieta de él por parte de madre o de padre. Lo que sí deja claro Palpatine es que sus padres no eran nadie y que siempre intentaron ocultarla para que no terminara con ella. Este es uno de los hechos más controvertidos, no solo de esta película, sino de toda la nueva trilogía. El origen de Rey ha sido uno de los motores que ha movido la trama de estas tres películas y, como para trolear a los fans, Abrams ha tomado la calle de enmedio: ni Kenobi ni Skywalker, Rey es una Palpatine. ¡Toma ya! Otra incoherencia más a la lista.
Mientras tanto, Kylo Ren llega en ayuda de Rey, a la vez que la flota rebelde, en inferioridad numérica, intenta atacar los acorazados de la Orden Final. Este escenario es el equivalente al clímax de El Retorno del Jedi, rayos energéticos incluidos. Tras ventilarse a sus antiguos compañeros, los Caballeros de Ren, Ben Solo, ya redimido, acude en ayuda de Rey. Sin embargo, el emperador los doblega fácilmente, intentando drenarles la energía vital que los une, y lanzando finalmente a Ren a un pozo cercano. Rey, tras recibir aliento de los jedis muertos, contraataca y reduce a Palpatine a polvo, falleciendo por el esfuerzo. Ren, que no había muerto —¿cómo se salva de la caída?— la toma en su regazo, la resucita, se besan y, finalmente, muere debido al esfuerzo, desvaneciéndose en el aire y haciéndose uno con la Fuerza.
Detengámonos en este innecesario final. De las muchas maneras en las que los guionistas podían finalizar la película, han elegido la peor, la más incomprensible y la que más ampollas ha levantado entre los fans. El único personaje que ha sido capaz de suscitar cierta admiración entre los nuevos y viejos seguidores de Star Wars es, quien al final, debe entregar su vida en sacrificio. El último Skywalker entrega su vida para salvar a la última Palpatine. El solo hecho de poner negro sobre blanco dichas palabras ya me produce urticaria. Pero lo peor aún está por llegar, y eso que solo restan unos pocos minutos para que la película finalice.
Tras la más que discutible decisión de matar a Ben Solo, Rey vuelve a Tatooine, al hogar que Luke Skywalker compartió con los Lars. Tras enterrar en la arena los sables de Luke y Leia y haber construido el suyo propio, una viajera le pregunta por su nombre. Rey, tras entrever los fantasmas de Luke y Leia, le contesta Rey Skywalker. El plano final es Rey, con BB-8, y los soles gemelos poniéndose en el horizonte. La adopción del apellido Skywalker debe verse como un homenaje a quienes significaron tanto en su vida y en la de millones de seres de toda la galaxia. No obstante, ello ha mosqueado a muchos fans, que lo ven como una especie de traición a la saga misma. George Lucas ideó esta aventura como la historia de una familia, la Skywalker. Sin embargo, al final, ha concluido con la muerte de todos sus miembros. Pero no tenía que haber sido así.
De las muchas maneras en las que los guionistas podían finalizar la película, han elegido la peor, la más incomprensible y la que más ampollas ha levantado entre los fans
¿Por qué un final tan desesperanzador? Porque en lo que a mi respecta, el final elegido no me da ninguna esperanza de nada. De hecho, traiciona la trilogía clásica. Las tres películas originales, los episodios IV, V y VI, finalizan con optimismo y esperanza —hasta la primera entrega se rebautizó como Una Nueva Esperanza—. La primera finaliza con la destrucción de la primera Estrella de la Muerte; El Imperio Contraataca, con los protagonistas admirando la magnificencia de la galaxia; El Retorno del Jedi, con el triunfo final —aunque se ve que no fue así— de las fuerzas rebeldes sobre el Imperio. Sin embargo, ¿cómo finaliza El Ascenso de Skywalker?
No era necesario matar a Ben Solo. Imagina que ambos sobreviven, que Rey vuelve con sus amigos a celebrar la victoria. Pero Ben no está con ella; las heridas aún no están cerradas y muchos han sufrido a sus manos cuando abrazaba el lado oscuro. En la escena final, vemos a Rey en Tatooine, en la granja de humedad de los Lars, con un niño pequeño entre sus brazos. En la distancia, mientras los soles gemelos se ocultan, vemos aproximarse una figura familiar. Los tres, Rey, Ben y el pequeño, se funden en un abrazo. ¿Tan difícil era hacer algo parecido a esto? No era necesario terminar las cosas de manera tan trágica. La supervivencia de Ben Solo no habría solucionado los errores cometidos a lo largo de la película, pero habría ayudado en algo a paliarlos.
Los distintos responsables implicados en el desarrollo y la desigual acogida de las dos anteriores entregas son los posibles culpables de que El Ascenso de Skywalker —más bien El Ascenso de Palpatine— no haya sido el broche final que la saga merecía. Todos los esfuerzos porque los espectadores conecten con los nuevos personajes, salvo honrosas excepciones, han terminado en fracaso. Tampoco se han respetado muchas cosas que habían quedado establecidas en anteriores películas, no solo de la nueva trilogía, sino de las seis anteriores. Todo se ha hecho rápido y mal, intentando contentar a todos para terminar no satisfaciendo a casi nadie.
Cuesta creer que esta saga, adorada y reverenciada por tantos millones de seguidores, haya finalizado de esta manera tan poco convincente. Ha habido momentos emocionantes, no se puede negar, sobre todo aquellos en los que los viejos protagonistas hacían acto de presencia. Quitando esos momentos, no puede salvarse mucho del resto. Aún no he visto la serie El Mandaloriano, aunque dicen que merece mucho la pena. Sin embargo, sospecho que me espera otra decepción. Ser un fan veterano es lo que tiene, casi nada de lo nuevo llega a satisfacernos del todo.
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