Hace unos años, hubiera sido impensable trasladar a la pequeña pantalla historias como las de El Señor de los Anillos o el universo de Canción de Hielo y Fuego, de George R. R. Martin. La abundancia de elementos fantásticos en dichas sagas hubiera hecho imposible producir series —o películas— que hubiesen estado a la altura en lo que respecta al apartado visual. Sin embargo, el cine y la televisión del último tercio del siglo XX nos dejaron abundantes muestras de mundos fantásticos creados de modo artesanal. En su libro Destino Camelot: Reinos Fantásticos del Cine y la Televisión, Francisco Javier Millán (Zaragoza, 1975) reivindica las producciones fantásticas de aquellos maravillosos años que tanto han marcado a la generación de los que nacimos en los 70.
Editado por Diábolo Ediciones, Destino Camelot es el tercer libro de lo que podríamos llamar una trilogía sobre el cine generacional de los 80. En 2015, el autor presenta Generación Goonies: Los Años Dorados de la Productora Amblin, seguido poco después de Galaxia Lucas: Más Allá de la Fuerza, una excelente obra que pudimos disfrutar y que reseñamos aquí. Como colofón a este recorrido por la nostalgia, el autor ha querido condensar en una sola obra los reinos de fantasía más sobresalientes de las últimas décadas del siglo XX.
Desde las brumas de Avalon hasta el mundo mágico de Dragones y Mazmorras, el autor hace un recorrido exhaustivo por los distintos enclaves fantásticos que han aparecido en el cine y la televisión. La primera parte del libro, dedicada al mito artúrico, disecciona las películas más populares del subgénero, como la imprescindible Excalibur (1981), Camelot (1967) o El Primer Caballero (1998). Apoyado en numeroso material gráfico, como es habitual en las ediciones de Diábolo, el autor nos desvela cómo se gestaron aquellas producciones y cómo fueron sus a veces accidentados rodajes.
Desde las brumas de Avalon hasta el mundo mágico de Dragones y Mazmorras, el autor hace un recorrido exhaustivo por los distintos enclaves fantásticos que han aparecido en el cine y la televisión
Cómo no, el autor también se detiene en el fantástico mundo de las producciones Disney, como la reivindicable película de animación Merlín el Encantador (1963) o el film de imagen real El Dragón del Lago de Fuego (1981). Esta última película es uno de los intentos de la factoría Disney por lanzar producciones de imagen real para un público más amplio. Otros ejemplos de este empeño fueron Un, Dos, Tres, Splash (1984) y la notable —y fallida— El Abismo Negro (1979), un film que merecería su propio artículo.
Dejamos atrás las producciones Disney para adentrarnos en la Tierra Media de la mano del animador Ralph Bakshi. Estrenada en 1978, El Señor de los Anillos es una de las películas de animación más peculiares de la historia del cine. Filmada en gran parte con la técnica del rotoscopio —pintar sobre los fotogramas de actores reales—, esta película traslada solo parcialmente la trilogía de Tolkien. De hecho, la cinta finaliza abruptamente, a la espera de una segunda parte que nunca llegaría.
Uno de los capítulos más interesantes del libro es, sin duda, el dedicado a Cimmeria, el mundo de Conan el Bárbaro. Estrenado en 1982, el largometraje de John Milius podría haber sido muy diferente a como lo conocemos si realizadores como Ridley Scott, Alan Parker u Oliver Stone se hubieran hecho cargo de él. En esta parte del libro, Francisco Javier Millán se explaya revelándonos mil y una anécdotas de aquel rodaje realizado en su mayor parte en tierras españolas. Por ejemplo, el autor nos desvela que el rodaje estuvo a punto de ser abortado por efectivos de la guardia civil, ya que durante el mismo se produjo el infame golpe de estado del 23 de febrero de 1981.
Uno de los capítulos más interesantes del libro es, sin duda, el dedicado a Cimmeria, el mundo de Conan el Bárbaro
Tras Conan y los innumerables subproductos que surgieron tras su estreno, el autor nos lleva a otra época de la historia algo más cercana, el Renacimiento. En una península itálica en la que diversas ciudades-estado se enfrentan entre sí, un grupo de mercenarios, comandados por un Rutger Hauer que venía de interpretar al replicante Roy Batty en Blade Runner (1982). Los Señores del Acero (1985) es de esas películas inclasificables que ya no se hacen, plagada de momentos bizarros y sangrientos, como bien define su título.
Llegamos a la parte más entrañable de la obra, un capítulo dedicado a películas como Cristal Oscuro (1982), La Historia Interminable (1984) o Legend (1985). Sin duda, fueron años irrepetibles. La primera mitad de la década de los 80 conoció un boom del género fantástico como nunca ha vuelto a repetirse. Prácticamente, cada mes se estrenaba un clásico, ahora del fantástico, ahora de la ciencia ficción. La década caminaba hacia su final y el género fantástico no parecía dar muestras de agotamiento: Dentro del Laberinto (1986), La Princesa Prometida (1987) o Willow (1988) fueron tres de los hitos del fantástico de finales de los 80.
En ocasiones, la fantasía y la ciencia ficción han logrado mezclarse en la gran pantalla. Tal es el caso de sagas como la de Los Inmortales, inaugurada por el film de 1986, protagonizado por Christopher Lambert. Otro notable exponente es Krull (1983), una producción ambiciosa que, sin embargo, se estrelló en taquilla, y no porque careciera de buenas cualidades. ¿Quién no recuerda aquel cíclope, quien cargaba con la maldición de conocer el día y modo en que iba a morir? ¿O la terrible fortaleza de la bestia, que aparecía cada día en un lugar distinto del planeta Krull?
Si hubiera que elegir solo una película de este libro como la más extraña y bizarra, esa sería El Caballero del Dragón (1985), de Fernando Colomo. Esta producción española estaba protagonizada nada menos que por el cantante Miguel Bosé y por un Klaus Kinski desatado, como era habitual en el intérprete alemán. Más de 300 millones de las antiguas pesetas se fueron en su producción, una cantidad en su día muy cuestionada debido a que gran parte fue aportada por el Ministerio de Cultura del por entonces gobierno de Felipe González.
Entramos en la recta final de una obra que ha intentado condensar en apenas 300 páginas algunas de las películas fantásticas más relevantes de las tres últimas décadas del siglo XX. Largometrajes como la divertidísima Masters del Universo (1987), series de animación como Dragones y Mazmorras (1983-1986) —de la que nunca se emitió el capítulo en el que los protagonistas llegaban al mundo fantástico, aunque creas haberlo visto— o la española La Corona Mágica (1989-1990), ponen punto y final a un libro entrañable a la par que tremendamente entretenido.
Esta obra pone otra vez de relieve el gran interés que existe por una manera de hacer cine y televisión que se ha ido perdiendo con el tiempo. Solo alguien que creció viendo estas películas y series es capaz de transmitir las sensaciones que despertaban en la audiencia y cómo esa nostalgia ha cristalizado en un inmenso amor por el cine. ¿Qué hubiera sido de Francisco Javier Millán si su profesor de séptimo de EGB no le hubiera recomendado ver en televisión Excalibur, de John Boorman? Curiosamente, no está entre las que el autor considera sus películas favoritas de la década: Cristal Oscuro, Conan el Bárbaro, La Princesa Prometida, La historia Interminable y Los Inmortales.
Parece que tras este libro, el autor se ha embarcado en la creación de una obra de ficción que lleva madurando desde hace años. Sin embargo, el cine de género de los años 80 sigue siendo un filón inacabable, así que estoy seguro que pronto nos volverá a sorprender con un nuevo libro dedicado a esta década prodigiosa. Mientras tanto, disfrutemos de una obra como Destino Camelot, un ensayo imprescindible para entender —y rememorar— el fenómeno del fantástico en las últimas décadas del siglo XX.
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