Si hay un personaje al que le roban enemigos, es sin duda Batman. Si no, que pregunten en el Arrowverso, aunque a Ra's al Ghul lo dejamos pasar por el romance que mantuvo con Canario Negro. Por tanto, que sea ahora Batman quien toma un villano surgido de los Titanes, liderados por Dick Grayson por aquel entonces, se puede permitir. La colección de Deathstroke, a cargo de Christopher Priest, es muy valorada por aquellos que la siguen. Conscientes de que es un personaje que no es de los más conocidos por el gran público, disfrutan de una delicatessen que muchos califican de mejor serie de cómic actual. Dado que en la historia con la que comienza el tomo Batman es muy importante, ECC Ediciones ha decidido acertadamente ofrecerla recopilada. Como complemento, añade una segunda historia nunca antes publicada en España, en la que vemos el primer enfrentamiento entre los dos personajes. Dada la gran diferencia entre ambas, haré una reseña de cada historia por separado.
Sin embargo, si conocéis a Deathstroke, sabréis que no es un padre que se haya desentendido de sus hijos. El encuentro inevitable entre los dos llega precedido de acción y, sobre todo, de la demostración a Batman que Deathstroke no es ningún payaso, sino alguien a su altura a todos los niveles. Entre otras muchas cosas, porque sabe su identidad secreta. Damian, aparentemente, acata la noticia de que su padre es Slade Wilson y actúa en consecuencia.
DEATHSTROKE Nº 30 AL 35
La saga comienza de una manera algo introspectiva, con Alfred Pennyworth fuera de su ambiente habitual. A la vez, se nos muestra una grabación en la que un Robin plantea su visión sobre Batman, bastante duro por cierto en su descripción. En la Mansión Wayne se recibe un correo donde, con pruebas genéticas, se demuestra que el padre de Damian Wayne no es Bruce Wayne, sino otra persona que también ha mantenido relaciones con Talia al Ghul a lo largo de los años, Slade Wilson, Deathstroke. Aquí ya empieza el autor a desgranar las relaciones padre-hijo de ambos personajes, nuevamente de una manera turbia, aunque comprensible dada la naturaleza de a quienes nos referimos.Sin embargo, si conocéis a Deathstroke, sabréis que no es un padre que se haya desentendido de sus hijos. El encuentro inevitable entre los dos llega precedido de acción y, sobre todo, de la demostración a Batman que Deathstroke no es ningún payaso, sino alguien a su altura a todos los niveles. Entre otras muchas cosas, porque sabe su identidad secreta. Damian, aparentemente, acata la noticia de que su padre es Slade Wilson y actúa en consecuencia.
A todo esto, se unen problemas con la justicia para Bruce Wayne, lo que va complicando las cosas más y más. Tenemos la presencia de Nightshade, que abre un poco más el coro de protagonistas. Eso no es óbice para que el duelo entre Bruce y Slade sea el corazón de la trama, y el que nos lleva a un explosivo final muy impresionante. Se agradecen además las interacciones entre Bruce y Damian a lo padre-hijo, bastante escasas últimamente en las series regulares. A lo largo de los seis números que recopila, vamos viendo altibajos de la lectura, protagonistas inesperados y giros bastante buenos.
DAMIAN SE TOMA A SU MANERA EL POSIBLE CAMBIO DE FILIACIÓN |
En cuanto al dibujo, con gente como Ed Benes poco que reclamar, salvo que Carlo Pagulayan tiende a hacer un Bruce demasiado joven. Me ha convencido bastante esta propuesta, de la que tenía noticia y, por tanto, curiosidad por la resolución. Por cierto, muy satisfactoria. Sólo una pega... ¿De verdad que en la batcueva no hay un laboratorio para hacer pruebas genéticas, y tiene Batman que acudir a una empresa externa?
DEATHSTROKE: CIUDAD DE ASESINOS, Nº 6 AL 9
Original de 1992, el salto de época y estilo entre las dos historias es bastante evidente, resultando muy diferentes. Marv Wolfman es uno de mis autores favoritos de Batman, sobre todo a la hora de definir su relación con Dick Grayson. Como guionista de Los Titanes y creador de Deathstroke, esta historia continúa la batalla contra los Wildebeest que se contó en Los Titanes de la época. El resultado de aquello fue la muerte de uno de los hijos de Slade. Dado que esta historia se publicó en la serie regular de Deathstroke de la época, lo vemos protagonizar el tomo bastante más que a Batman. Wolfman se esfuerza en definir bien la personalidad de su antihéroe: estricto código de honor, profesionalidad, inflexibilidad y poco dado a los afectos fuera de su familia.
EL TRAJE DE AMBOS RETRATA LA ÉPOCA DE ESTA HISTORIA |
Las vertientes de la trama son varias, y se van entrelazando poco a poco. Por un lado, tenemos a la mafia de Gotham y sus guerras internas. Por otro, la policía y sus entrañas, con el Comisario Gordon a la cabeza, presentando a nuevos personajes. Y, obviamente, a Batman y Deathstroke que, consciente de la identidad de Nightwing, sabe de sobra la de Batman, lo que da un enfoque especial a este enemigo. Por cierto, no recuerdo otra historia en la que Bruce pida consejo a Dick, dado que, como ya hemos indicado, Slade es un villano que se presentó en el grupo que él lideraba. En momentos como ese, Wolfman define perfectamente la relación entre el mentor y su antiguo pupilo, algo que tan mal llevan algunos autores actuales.
Alejada aún de los mayores vicios que echaron a perder buena parte de los cómics de los 90, en esta segunda saga sí tenemos el giro final impactante que tanto gustaba en esa década. En cuanto al dibujo, personalmente me gusta, a pesar de defectos como rostros poco definidos en algunas ocasiones. No puede competir con el nivel (y tecnología) actual, pero el encanto de principios de los 90 está ahí. Grandes viñetas impactantes, primeros planos... Además, el equipo creativo formado por Steve Erwin y Will Blyberg se mantiene durante los cuatro números, un punto a favor.
En conjunto, un tomo muy disfrutable e intenso, que en ambos casos respeta bastante las personalidades de sus protagonistas y que no da sensación de desnivel entre ellas.
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