Reconozco que cuando Movistar+ se lanzó a crear sus series propias viendo que se quedaba sin los derechos de las ajenas con tanta competencia, no albergaba grandes expectativas. Además, no publicita a todas por igual. Producciones como Velvet o la no renovada Arde Madrid, cuyo primer capítulo fue suficiente para no ver más, se anuncian en marquesinas de buses, canales televisivos y webs seriéfilas. Sin embargo, otras apenas reciben bombo que las hagan destacar, al menos en principio, entre la ingente oferta. Es el caso de El Día de Mañana, dirigida por Mariano Barroso. Lo poco que oí de ella al estrenarse no transmitía en absoluto la grandísima serie que es. La he visto casi un año más tarde de su estreno, y por recomendación de un familiar. Es por eso que escribo esta reseña, para que os acerquéis a ella y veáis que en España se hacen series imbatibles cuando queremos.
La serie está basada en el libro del mismo nombre, del autor Ignacio Martínez de Pisón. No me lo he leído, pero ganas no me faltan tras disfrutar de esta producción de seis episodios absorbentes, y las alabanzas de quienes lo han leído hacia la misma. La historia comienza en la España tardofranquista de los años 60, donde conocemos a Justo Gil. Este se presenta en la casa de su primo proveniente del pueblo, para que le ayude a curar a su madre que permanece catatónica. A pesar de que no lo recuerda, su primo le ayuda a instalarse en su casa en contra de la opinión de su mujer. El trastorno familiar que esto provoca se retrata especialmente bien. Los diálogos son de lo más naturales y las situaciones totalmente asimilables a la época reflejada. A pesar de que Justo es un cateto de libro, rápidamente aprende a desenvolverse y a encontrar oportunidades laborales en una Barcelona en pleno desarrollo. La caracterización del actor Oriol Pla es fabulosa, consiguiendo que todo cuanto hace Justo sea comprendido por el espectador, incluso en aquellas ocasiones que daña de manera terrible a su entorno.
La serie está basada en el libro del mismo nombre, del autor Ignacio Martínez de Pisón
El objetivo de salvar a su madre y conseguir el dinero necesario para ello va quedando atrás mientras lo vemos ir subiendo en la escala social tirando de su viveza y capacidad de aprendizaje. Sin embargo, nunca nos parece excesiva su fortuna, ya que no es lineal ni continuamente provechosa su trayectoria.
No falta la chica objeto del interés amoroso de Justo, otro punto fuerte de la serie. El retrato de Carme (Aura Garrido) y su familia, especialmente su tío, es otra muestra fantástica del realismo de esta serie, que no necesita más que la cotidianidad de la época para que cada capítulo nos absorba sin falta.
A JUSTO LE TOCA SALIR DE APUROS CADA DOS POR TRES |
Los acontecimientos se van sucediendo sin que averiguar lo que va a suceder sea posible para el espectador. El tiempo va pasando e influyendo en lo que ocurre. Los personajes secundarios son todos destacables e interesantes, ayudados tanto por grandes interpretaciones como por una caracterización y ambientación excelentes. La policía franquista y los acontecimientos políticos tienen su peso en la serie, ayudando a dar un trasfondo aún más interesante. Advierto que algún momento puede ser algo duro o violento en este aspecto, pero es lo que había y disimularlo es peor que contarlo tal cual.
El enigmático Justo es un perfecto antihéroe que te atrapará sin dudar desde los primeros minutos de metraje. Cada uno puede juzgar si lo que hace está bien, mal o regular. Indiferente seguro que no. Poco más debo contar porque la serie va avanzando en el tiempo y en la trama de una manera poco previsible, y así debéis disfrutarla. El problema de llamarse como una popular película relativamente reciente con la que nada tiene que ver quizás le haya venido mal de cara a promocionarla. Supongo que habría sido mejor llamarla de manera diferente al libro como se hace en otras ocasiones. Y algo más de promoción también, ya que esta parece asignarse más por la fama de los actores que por la calidad de la serie.
Si las sublimes series que RTVE de principios de la década de los 80 de las obras de Galdós o Blasco Ibáñez hubieran evolucionado de una manera natural, sin duda El Día de Mañana sería su heredera más justa. Para todos aquellos que hayáis perdido la esperanza de volver a ver ese tipo de producciones tan superiores a lo que se hace actualmente, no os perdáis esta serie. Hay esperanza.
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