No me gusta demasiado el manga, lo reconozco. De hecho, los dos únicos mangas que atesoro en mi biblioteca de cómics son, por un lado, Dragon Ball y, por otro, Alita: Ángel de Combate, de Yukito Kishiro. Publicado en 1993 en España por Planeta DeAgostini, la primera serie constaba de seis tomos de formato prestigio, de lectura occidental. Sin embargo, los planes de realizar una película de imagen real de la obra de Kishiro no es que despertaran en mí demasiada emoción. Por otro lado, los continuos aplazamientos del proyecto, liderado por James Cameron, hicieron que mi interés por esta película se redujeran casi al mínimo. Sin embargo, la adaptación dirigida por Robert Rodríguez ha supuesto toda una agradable sorpresa. No se trata de la adaptación más fiel del manga original, pero sus indudables cualidades como película de acción futurista hacen de Alita: Ángel de Combate un más que digno producto.
La acción, ambientada en el siglo XXVI, transcurre en la Ciudad de Hierro, una deprimida urbe a la sombra (literal) de Salem, una enorme megalópolis aérea, la última en pie tras una guerra global conocida como La Caída. Tras recuperar parte de un cuerpo cibernético en el vertedero, el Dr. Ido (Christoph Waltz) lo repara, aprovechando su cerebro humano. Con un físico de una niña de quince años, el cyborg será bautizado como Alita (Rosa Salazar), en memoria de la hija fallecida de Ido. La amnesia de Alita no será un obstáculo a la hora de descubrir cómo emplear sus fabulosas habilidades, aunque ello suponga un obstáculo para disfrutar del amor.
Sus indudables cualidades como película de acción futurista hacen de Alita: Ángel de Combate un más que digno producto
Básicamente, este es el punto de partida de la película de Rodríguez, alguien que a veces ha sido tildado de director de serie B, pero que ha demostrado con esta película que su buen hacer aún no se ha agotado. La película es, sin paliativos, una cinta de acción futurista. La inclusión de un interés amoroso no es solo una concesión al gran público, también ayuda a resaltar la personalidad de la cyborg. De otro modo, el no incluir a Hugo (Keean Johnson) hubiera dificultado que el público empatizara con una protagonista que, no lo olvidemos, es prácticamente un robot.
La película, a diferencia de otras producciones recientes como Ghost in the Shell: El Alma de la Máquina (2017), cuya crítica puedes leer aquí, la protagonista es capaz de hacer que empaticemos con ella. Su candidez y sus sentimientos más humanos que los de los humanos consigue que enseguida nos olvidemos de su condición de ser artificial... lo que también olvida fácilmente Hugo. No obstante, ese intento de que conectemos con la protagonista a nivel emocional cae en ocasiones en el absurdo, como la escena en la cual Alita le ofrece, literalmente, el corazón a Hugo.
Una de las primeras cosas que impacta de la película son los ojos de la protagonista. Interpretada completamente mediante la técnica de captura de movimiento por Rosa Salazar, pronto nos olvidamos que estamos ante una recreación digital. El espectador enseguida suspende su incredulidad y "compra" la arriesgada apuesta de los diseñadores del film, que era la de dotar a Alita de un aspecto lo más parecido posible al manga de Kishiro. Para mí, no ha supuesto ningún problema, y no entiendo las críticas que ha recibido la película en este aspecto. Además, recordemos que se trata de un cyborg con solo un cerebro humano en su interior. De ahí que no entienda esas críticas a esta particular elección visual.
A pesar de las dos horas de duración de la cinta, en ningún momento traslada sensación de aburrimiento. Sí es cierto, no obstante, que la relación entre Hugo y Alita se nota algo forzada, pero con el fin de dotar a la cyborg de una mayor profundidad y una mejor conexión emocional con el espectador. Pero, no nos engañemos, el personaje de Hugo, aunque usado por los guionistas para dotar de relieve a Alita, no es capaz de enganchar al espectador. No han sido los guionistas capaces de hacer de Hugo un personaje carismático, por lo que el supuesto impacto de determinados momentos de la película se ven muy resentidos precisamente por la falta de empatía que sentimos como espectadores hacia él.
Este excesivo protagonismo de Hugo es en detrimento de otros personajes, bastante más interesantes, y de los que solo vemos pinceladas. Un ejemplo de ello es el personaje que interpreta Jennifer Connelly, la Dra. Chirem. Connelly, de nuevo en una "Dark City", hubiera ofrecido mucho más, sirviendo solo como intérprete del típico personaje que, finalmente, es capaz de redimirse, aunque sin explicar demasiado bien por qué. Tampoco conocemos demasiado las motivaciones de Vector, un villano plano y unidimensional que interpreta un Mahershala Ali (True Detective) muy desaprovechado. El resto de personajes no son más que una comparsa para hacer avanzar la trama, con la elección de ciertos actores fetiche del realizador, como Jeff Fahey en el papel del cazador-guerrero McTeague (el de los perros mecánicos) o Michelle Rodríguez dando vida a Gelda, la compañera cyborg de Alita en su vida anterior.
En lo que respecta al apartado visual, los 170 millones de dólares estimados de presupuesto lucen, y bastante bien. La Ciudad de Hierro, sus calles, sus vehículos, así como el espectacular aspecto de los cyborgs, está muy logrado. Quizás las calles de Ciudad de Hierro no tengan ese aspecto amenazador que la historia requería, pero en conjunto lucen bastante bien. Hay que destacar el aspecto de Alita, y no solo sus ojos, de los que he hablado anteriormente, sino de sus gesticulaciones, su rostro, todo en definitiva. Contrariamente a recreaciones digitales de otras películas, Alita transmite la sensación de tener un alma, de ser un cyborg más humano que los humanos (como el lema de cierta corporación). De hecho, hay una escena romántica entre ella y Hugo que transcurre bajo la lluvia y las luces de neón, ambientada con una banda sonora en la que suenan acordes de piano... ¿Os suena de algo?
En lo que respecta al apartado visual, los 170 millones de dólares estimados de presupuesto lucen, y bastante bien
A pesar de sus cualidades, Alita: Ángel de Combate tiene sus defectos. Aparte de que no nos importe nada qué le sucede al coprotagonista y de los personajes desdibujados o desaprovechados, la película de Robert Rodríguez deja demasiados cabos sueltos. La identidad de quien parece ser el villano principal, Nova (Edward Norton), qué ofrece la urbe de Salem para ser la meta final de los habitantes de Ciudad del Hierro, la historia de Ido y su exesposa o qué sucedió en la guerra contra Marte son solo algunos de los puntos oscuros que no son suficientemente explicados en la película. Esperemos que su final abierto sea una promesa de una continuación. De momento, la película no está teniendo una recepción demasiado buena dentro de Estados Unidos (poco más de sesenta millones de dólares tras casi dos semanas en cartel), siendo la taquilla global de 263 millones. Películas peores con peor recaudación han tenido secuela.
En definitiva, Alita: Ángel de Combate ha sido toda una sorpresa a todos los niveles. Su cuidada producción, su excelente elenco de actores, lo interesante de la historia y la empatía con la protagonista, una recreación por CGI, no lo olvidemos, hacen de esta película un diamante en bruto que no muchos van a saber valorar. Esperemos que otras productos fallidos como el reboot de Terminator o la mencionada Ghost in the Shell no la perjudiquen demasiado en taquilla, pues nada tiene que ver con ellas en muchos aspectos.
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