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Crítica de El Método Kominsky, la Serie de Netflix de Michael Douglas

El creador Chuck Lorre, de 66 años, tiene en su haber dos de las comedias más exitosas de todos los tiempos: Dos Hombres y Medio, y The Big Bang Theory. En ambos casos, tratando una temática atípica, era capaz de provocar verdadera risa. En El Método Kominsky, que guioniza y dirige, parece haberle apetecido un proyecto mucho más personal. A diferencia de The Big Bang Theory, donde la parte científica o comiquera tenían que escribirla expertos, se intuye que Lorre vuelca aquí muchas experiencias y opiniones propias de su edad. En ocho episodios sin más risas que las del espectador, os recomiendo encarecidamente que no os la perdáis. 

El Método Kominsky

Lorre ha aprovechado un creciente hueco que hay en la televisión actual, invadida por lo políticamente correcto, y donde la burla parece molestar por sistema. Michael Douglas se apunta a ir contracorriente y protagonizar este Método Kominsky junto a otro veterano, Alan Arkin. La química entre ambos es asombrosa. Douglas es Sandy Kominsky, un profesor de interpretación que ya se encuentra en su ocaso, personal y laboral. Su mejor amigo es su agente, Norman (Alan Arkin).  La serie sigue las clases de Douglas, toda una fuente de humor, y nos va presentando su problemática vida personal, incluyendo a su hija, con la que trabaja. Sus clases y sus alumnos son un buen contrapunto al discurrir de su vida. 

Debo decir que las mejores líneas son las de su amigo Norman. Si bien es especialmente ácido, no cae nunca en el histrionismo ni el esperpento. Recuerda a ese tipo de personas especialmente graciosas y gruñonas con las que todos hemos podido coincidir en trabajos, haciendo una cola, en un hospital... Lo que vemos en El Método Kominsky son las mismas cosas que suceden en la vida de cualquier persona de esa edad, que no suelen ser los más representados en las series actuales. Problemas de salud, la pérdida de seres queridos, las evasiones de problemas personales, o enfrentar la propia muerte. Es indudable que Lorre, que ronda estas edades, ha querido con esta serie hablar de lo que le interesa a él, y a tantos entre los que me incluyo, de la mejor manera posible. Ya ha dedicado mucho tiempo a frivolidades. 

PUES SÍ, RESULTA QUE IR AL MÉDICO, AUNQUE ÉSTE SEA DANNY DE VITO, ES UNA FAENA

Nos hace reir, y nos hace pensar, y se cuestionan de una manera natural los pensamientos imperantes actualmente en los medios de comunicación y en la sociedad. Genial cuando Sandy termina discriminado en un trabajo.. ¡por no pertenecer una minoría discriminada! Se nota el gusto con el que Chuck Lorre ha hecho esto, demostrando por ahora un talento inagotable, algo muy difícil de conseguir, como ya os contamos en esta lista.

Los episodios no llegan a la media hora, y se devoran con rapidez, sin que el ritmo sea acelerado. Te hacen reir de verdad, pero no evitan el drama, ya que no es la típica comedia de situación. No está encorsetada en un escenario cartón piedra, sino rodada en formato cine. Lorre sabe que las situaciones más divertidas son aquellas con las que te puedes identificar, y aquí todos podemos hacerlo en muchas ocasiones aunque no estemos aún en la vejez. 


Los protagonistas andan sobrados de fama y dinero, y no tienen necesidad de demostrar nada. Se han embarcado en este proyecto porque les apetecía de veras, y tenía suficiente calidad para ellos. Sus pocos episodios la hacen todavía más apetecible, y más en Netflix, que tiende sobremanera a los capítulos de relleno, al menos en mi opinión. Un acierto esta apuesta que, debido a la saturación de series y plataformas para verlas, me temo que está pasando desapercibida. Lo mismo ocurrió con Homecoming. A pesar de tantos estrenos, la mayoría de series no aportan gran cosa. Aprovechad que esta serie que toma al espectador por alguien inteligente, y disfrutad de este regalo. Yo ya lo he hecho.

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