Me hice recientemente con este tomo sin tener ninguna información sobre él. El autor, Chuck Dixon, me daba buena espina, pero no tenía claro qué tipo de historia me iba a encontrar. Dando un vistazo a la portada, pareciera que el tomo es un Otros Mundos ambientado en otra época. Sin embargo, a pesar de ello, una vez leído no es una historia que necesite un universo alternativo para desarrollarse. Es más, yo la situaría en los primeros años de Batman, dado que algunos personajes claves de su vida no saben su identidad. Voy a ofreceros en este post qué podréis encontrar en este tomo.
La historia es autoconclusiva, y se publicó en 2004. Dixon siempre me ha parecido un autor muy pegado a la tierra en lo que a Batman se refiere. No es dado a historias en las que éste debe salvar el mundo, por lo general. Además, es muy conocedor de la batfamilia y el universo de Gotham, lo cual siempre he valorado mucho. Por eso, el comienzo en otra época me llamó la atención, pero conforme avanzaba en la lectura todo empezó a tomar sentido de una manera coherente e interesante. Tal y como indica el título del cómic que ahora edita ECC Ediciones, El Cáliz se refiere al Santo Grial, la última copa que recogió la sangre de Cristo y a la que se le supone otorga el poder de la inmortalidad. Tanto Batman como Bruce Wayne se verán implicados en la búsqueda y mantenimiento a salvo de dicha reliquia, que demuestra si es o no auténtica en las viñetas.
Como no podía ser de otra forma, sectas secretas están a la caza de semejante tesoro, pero son miembros familiares de la galería de villanos de Batman los que desfilan. Se va entrelazando una curiosa telaraña de relaciones entre ellos para hacerse con la reliquia, que a la vez va conformando la historia hacia una muy centrada en Batman. Perfectamente, como ya he comentado, cabe este relato en la continuidad del murciélago.
Es lógico que, ante semejante aparición, Ra's Al Ghul intente hacerse con ello. Sin embargo, me ha gustado mucho el retrato que hace de él, Dixon, alejándolo de ser un fanático. Dixon enfoca a Al Ghul como un padre preocupado por su hija Thalia de una manera amorosa y creíble. Ésta, a su vez, se aleja del retrato de loca de atar que sufrió a manos de Grant Morrison. Aquí se nos muestra como una chica con mucha dignidad, lo que es de agradecer.
El resto de malosos que desfilan, como Catwoman o El Pingüino, tienen buenas apariciones, especialmente la primera, ignorante en esta ocasión de la identidad de Batman. Más y más nos vamos introduciendo en Gotham y su mundo a pesar de que estemos ante un tesoro histórico.
Si bien la historia te va atrapando poco a poco, desvelando sus secretos paulatinamente, el dibujo impacta desde la primera viñeta. Al principio, reconozco que no sabía ni lo que pensar de él. ¿Me gustaba o no? Que el cómic se iniciara en otra época ayudaba a esta curiosa confusión. Pero, a medida que se iban desvelando los distintos protagonistas, he de confesar que me ha gustado mucho. El retrato de personajes tan reconocibles del batverso como Catwoman o El Pingüino de una manera tan personal me ha resultado estupenda. Y mira que ya han sido retratados de muchas maneras. El dibujante, John Van Fleet, hace un personalísimo trabajo con el uso de los colores ocres, y destacando así más lo que le interesa en otras tonalidades.
Una agradable sorpresa que, si bien no es una historia muy extensa, sí está bien contada sin caer en rellenos ni apresuramientos. Una interesante propuesta que no creo que decepcione a ningún seguidor del murciélago.
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