Cuando hace unas semanas saltó la noticia según la cual se estaban volviendo a rodar gran cantidad de escenas de Rogue One: Una Historia de Star Wars, y que el guionista y realizador Tony Gilroy se había hecho cargo, nada más y nada menos, que de arreglar el final de la película, todos los fans de la saga cruzamos los dedos temerosos de lo peor. Sin embargo, y tras ver ayer la película, las dudas y temores acerca de este spin-off de la saga se disiparon... al menos en parte. Y digo parcialmente porque, aunque la cinta que dirige Gareth Edwards (Godzilla) se eleva a la altura de otras entregas de la franquicia en cuanto a entretenimiento, interés y unos brillantes efectos visuales, no consigue satisfacer en otros aspectos que conviene señalar.
El argumento de Rogue One: Una Historia de Star Wars se centra en Jyn Erso, interpretada por Felicity Jones (La Teoría del Todo), Cassian Andor (Diego Luna) y su heterogéneo grupo de rebeldes. Planteada como un precuela directa de los hechos que suceden en el Episodio IV, la cinta de Edwards nos desvela la operación de la Alianza Rebelde que condujo al robo de los planos de la primera Estrella de la Muerte. De esta manera, Rogue One hunde sus raíces profundamente en el Universo Star Wars, enlazando de manera directa y sin solución de continuidad con el film de George Lucas de 1977.
Este encaje milimétrico con los hechos del Episodio IV cumple la labor de contentar al fan más duro de Star Wars y, aunque el esfuerzo puede pasar desapercibido para el público en general, no supone en absoluto un lastre para la película sino más bien un valor añadido. Edwards, los guionistas y el equipo de Rogue One han realizado una labor titánica a la hora de recrear el aspecto visual de las películas originales hasta en sus más mínimos detalles. Localizaciones, naves, atrezzo, vestuario, personajes exóticos, decorados y demás elementos son actualizados, pero sin perder las señas de identidad que los asimilan a esta franquicia.
Obviamente, estamos hablando de un film de 2016 frente a una saga iniciada en 1977, por lo que siempre habrá grandes diferencias visuales pero, en esencia, todo lo que vemos en Rogue One parece, efectivamente, perteneciente al Universo Star Wars. Entran aquí en juego los abundantes huevos de pascua más o menos escondidos a lo largo de su metraje, como el tropiezo de Jyn Erso con Cornelius Evazan, el tipo malencarado de la cantina de Mos Eisley del Episodio IV, el breve cameo de R2-D2 y C-3PO, o el recipiente de leche azul de Bantha en la casa de Galen Erso, por citar solo tres de ellos.
Rogue One hunde sus raíces profundamente en el Universo Star Wars, enlazando de manera directa y sin solución de continuidad con el film de George Lucas de 1977.
Mientras que a Rogue One poco se le puede reprochar en cuanto a fidelidad visual en comparación con los films originales, si analizamos sus personajes el veredicto es muy distinto. Tanto Felicity Jones como Diego Luna fallan a la hora de conectar con el espectador, pero sospecho que en parte no ocurre por su culpa. El guión de Chris Weitz y Tony Gilroy, basado en una historia de John Knoll y Gary Whitta, intenta que el dúo protagonista deje una huella en el espectador, pero sin éxito. Al intentar humanizar a Cassian Andor otorgándole una brújula moral más bien discutible pretenden equipararle a una especie de Han Solo, aunque sin el carisma desbordante de Harrison Ford. Jones, por su parte, hace lo que puede con el personaje de Erso, una superviviente nata que se ve envuelta en la rebelión sin comerlo ni beberlo. Son dos personajes asentados en la realidad en un universo de fantasía que, lejos de que conectemos y suframos junto a ellos en su viaje, a lo sumo que llegamos es a asistir impávidos al final de sus aventuras.
Mientras que los personajes de Andor y Erso apenas despiertan ninguna emoción, no puede decirse lo mismo de los secundarios, mucho más interesantes que los propios protagonistas. Incluso el cáustico robot K-2SO al que pone voz Alan Tudyk (Firefly) cae mejor que los propios protagonistas. Tanto Chirrut Îmwe (Donnie Yen) como su inseparable compañero Baze Malbus (Jiang Wen) dejan también una buena impresión, al igual que la breve aparición de Forest Whitaker como Saw Gerrera, por cierto un personaje de la serie animada Star Wars: The Clone Wars. Son personajes esquemáticos, apenas esbozados, y que hubieran merecido ser dotados de algo más de trasfondo. Lo mismo le ocurre al piloto imperial renegado Bodhi Rook (Riz Ahmed), tan esquemático que apenas nos explican como y por qué decidió traicionar al Imperio y ayudar a la Alianza Rebelde. ¿Solo porque Galen Erso se lo pidió?
Mientras que los personajes de Andor y Erso apenas despiertan ninguna emoción, no puede decirse lo mismo de los secundarios, mucho más interesantes que los propios protagonistas.
En cuanto al resto del elenco, cumplen su función de manera adecuada, incluyendo algunas viejas caras conocidas que posiblemente sorprenderán a más de uno. Ben Mendelsohn, por su parte, hace un buen papel como el Director Orson Krennic, un villano con bastante más entidad que la que tuvo en El Despertar de la Fuerza Domhnall Gleeson como General Hux. Mads Mikkelsen, esta vez haciendo de bueno para variar, encarna Galen Erso, padre de Jyn, y el científico responsable del desarrollo y construcción de la primera Estrella de la Muerte. Su personaje es moralmente ambiguo, y las elecciones que hace no son lo suficientemente entendibles por mucho que los guionistas nos lo hayan querido vender como alguien al que no le quedaban otras salidas.
Dejando de lado la historia y los protagonistas de la misma, Rogue One: Una Historia de Star Wars peca, en su primera parte, de ser demasiado oscura... literalmente, entrando ya en el apartado técnico propiamente dicho. Primera y segunda parte del film son películas completamente distintas en lo que a la fotografía se refiere. En la primera mitad las escenas más luminosas se reducen a las que transcurren en el planeta Jedha. El resto, tanto las que suceden en la base rebelde de Yavin 4 como las del centro tecnológico imperial, adolecen de una fotografía muy oscura en la que apenas atisbamos los rostros de los personajes. Desde mi punto de vista es un gran fallo porque, aunque comprendo que hayan querido plasmar una historia más asentada en la realidad y, por lo tanto, más oscura, ello no implica que el espectador tenga que quemarse las pestañas en intentar discernir los rostros de los actores en las escenas con menos iluminación. Por cierto, el consejo rebelde parece más una reunión de vecinos en un portal medio oscuro que una verdadera reunión de líderes, nada que ver con el excelente decorado visto en las películas originales.
Dejando de lado la historia y los protagonistas de la misma, Rogue One: Una Historia de Star Wars peca, en su primera parte, de ser demasiado oscura... literalmente.
La segunda parte de la película, por el contrario, tiene toda la luz que le falta a la primera siendo, irónicamente, bastante más dramática. A la batalla final en la base imperial, tanto la que se desarrolla en el espacio como la que sucede en la superficie del planeta, pocas pegas se le pueden poner. La batalla entre la armada imperial y la rebelde, liderada por un comandante calamariano (¡Es una trampa!), trajo a mi memoria instantáneamente la que acontece al final de El Retorno del Jedi, y si bien en esta ocasión eché en falta a personajes tan carismáticos como Lando Calrissian y su copiloto Nien Nunb, no puedo negar que ha sido resuelta de manera espectacular.
Rogue One, básicamente, repite el esquema de películas anteriores, un detalle que no escapa al espectador. Aun así, la película de Gareth Edwards entretiene gracias a un buen ritmo, unas interpretaciones decentes (aunque Felicity Jones solo parezca tener un registro, el de chica enfadada) y la estrecha conexión con la primera película de la saga original. Darth Vader, en el par de escenas en las que aparece, sigue impresionando... aunque en la versión doblada le falte la voz del inmortal actor Constantino Romero. En cuanto a los personajes humanos recreados digitalmente, y cuya identidad no quiero desvelar, no serán ninguna sorpresa para el fan de la saga. Tan solo añadir que uno de ellos, aunque recreado de una manera muy fiel, todavía se aprecia demasiado su naturaleza artificial, sacando un poco al espectador de las escenas donde aparece.
La batalla entre la armada imperial y la rebelde, liderada por un comandante calamariano, trajo a mi memoria instantáneamente la que acontece al final de El Retorno del Jedi
En definitiva, Rogue One: Una Historia de Star Wars cumple su misión de entretener y contar un capítulo de la saga que, aunque mencionado de pasada en el Episodio IV, sería de gran trascendencia para todo lo que sucedió después. La conexión, a través de multitud de recursos, con el film de 1977 sirve como anclaje y punto de referencia a quienes amamos este fantástico universo, una especie de fan fiction monumental que, sin embargo, cojea en el enfoque dado a sus protagonistas y en una primera parte tan oscura en su planteamiento como en su fotografía. No es un mal comienzo para los esperados spin-offs de la saga centrados en algunos de sus personajes más icónicos, pero Disney quizás debería plantearse que, cuanto más asentadas en la realidad estén esas películas, más alejadas estarán de lo que en su día no fue más que pura fantasía ambientada en una galaxia, muy, muy lejana.
0 Comentarios
Todos los comentarios son revisados antes de su publicación. Por favor, sé moderado e identifícate, nos gusta saber a quien nos dirigimos.