Ayer pudimos ver, con un adelante de una semana respecto al estreno oficial el 25 de enero, el episodio piloto de la serie Black Sails, de la cadena Starz. La serie, creada por Jon Steinberg (Jericho) y Robert Levine (Escudo Humano), y producida, entre otros, por Michael Bay, es una especie de precuela de La Isla del Tesoro, la inmortal novela de Robert Louis Stevenson. La primera temporada contará con ocho episodios, y ya ha sido renovada por una segunda, de 10, tras la excelente acogida del show en la pasada Comic Con de San Diego. Black Sails pretende reemplazar en cierta manera la que ha sido durante varios años la serie de mas éxito de la cadena Starz, Spartacus, con una historia ambientada en la edad dorada de la piratería, que se extendió desde mediados del siglo XVII hasta principios del XVIII.
Lo primero que llama la atención de la nueva serie de Starz es la magnífica puesta en escena, tanto de los decorados como las escenas rodadas en exteriores, sobresaliendo la recreación de los galeones piratas. La serie, que ha sido filmada en Ciudad del Cabo, Sudáfrica, mas parece una producción cinematográfica que un producto televisivo. Sin embargo, no todo en una serie son decorados espectaculares. Comencemos hablando de la historia.
En principio, la historia que se nos cuenta, debería resultar interesante y, hasta cierto punto, familiar a los amantes del género de aventuras. El capítulo arranca con el abordaje de un barco mercante por el navío del pirata Flint (Toby Stephens). Tras una sangrienta lucha, uno de los tripulantes supervivientes, Long John Silver (Luke Arnold), pide ser admitido como cocinero en el barco de Flint. Silver intentará hacer negocio por su cuenta vendiendo un mapa que revela la localización de un importante navío español cargado de incontable riquezas. A pesar de que la historia no está mal y que las escenas de acción son potentes, he tenido la sensación no de estar viendo un piloto, sino un capítulo de mitad de temporada. Los personajes no logran importar lo suficiente, algo esencial en cualquier show, bien por falta de carisma, bien porque no hay ninguna cara conocida en el reparto. Se que conforme la serie avance los personajes podrían ir ganado interés, pero por ahora esta indiferencia por ellos no es buena señal.
Otro de los factores que hace que el piloto no enganche lo suficiente es la cantidad de personajes que se nos quiere presentar en solo una hora. Por la pantalla desfilan tantos personajes que casi no da tiempo a quedarnos con sus caras, la mayoría de ellas cubiertas de cicatrices, tatuajes, barbas y extraños cortes de pelo. En mi opinión, si lo que pretenden es enfocar el show en el personaje de Silver, se le dan al espectador pocas oportunidades de conectar con el personaje. Mas bien parece que el protagonista es el capitán Flint y su búsqueda del galeón español El Urca de Lima.
Si Black Sails pretende ser la sustituta de Spartacus no podían faltar las escenas de sexo y desnudos. Pero, al menos en este episodio, dichas escenas son introducidas de manera algo torpe y forzada. Por ejemplo, no se nos explica por qué es tan bien recibido John Silver por las prostitutas del cubil de los piratas, en una escena absolutamente gratuita. Tampoco se nos pone en antecedentes de la relación entre Max (Jessica Parker Kennedy), una de las prostitutas y Eleanor (Hannah New), la hija del hombre que vende los botines de los piratas, en otra escena erótica poco justificada y menos explicada.
Y es que para hacer una buena serie de acción adulta no basta con introducir escenas aquí y allá con pechos y vellos púbicos femeninos, ni un par de buenas escenas de acción, también hace falta personajes carismáticos y una historia que enganche, algo en lo que Black Sails es bastante deficitaria, al menos por ahora. La dirección de Neil Marshall (Juego de Tronos, The Descent) no es suficiente para que el piloto brille como podría haber brillado teniendo en cuenta lo que se ha invertido en su realización. Se ve que el presupuesto se les ha ido en recrear digitalmente de manera excelente los buques piratas y los costosos decorados reales, en detrimento de una o dos caras conocidas en el reparto que hubieran servido de tirón a una serie que, por otro lado, tiene potencial y a la que hay que dar una oportunidad.
Esperemos que los siguientes episodios, titulados con numeración romana, como los capítulos de un viejo libro, suban algo en interés, con mejores diálogos (los de este episodio fueron algo confusos y bastante poco ingeniosos) y un desarrollo de los personajes algo mas trabajado, si es que quieren que las audiencias conecten de la misma manera que como lo hicieron con Spartacus.
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