La nueva temporada de The Walking Dead ya está aquí, y lo ha hecho entrando por la puerta grande, con un episodio muy intenso, superlativo, quizás uno de los mejores de la serie hasta ahora, donde los tiempos muertos brillan por su ausencia y los zombies se cuentan por centenares. Parece que los responsables del show han decidido dar un volantazo argumental y
han aparcado un poco las relaciones entre los protagonistas, que ya estaban cansando a los fans de la serie, y se han centrado en la supervivencia del grupo, que es en definitiva de lo que trata esta serie.
han aparcado un poco las relaciones entre los protagonistas, que ya estaban cansando a los fans de la serie, y se han centrado en la supervivencia del grupo, que es en definitiva de lo que trata esta serie.
El capítulo comienza con 5 intensos minutos sin diálogo entre los personajes, una escena en la que el grupo de supervivientes entra en una casa para buscar provisiones, encontrándose con un grupo de caminantes. Aun sin diálogos, el realizador del episodio, Ernest R. Dickerson (Dexter, The Wire), es capaz de transmitirnos el estado en el que se encuentra el grupo de Rick: sin comida, cansados, con Lori (Sarah Wayne Callies) en avanzado estado de gestación, por lo que se nos informa que han pasado varios meses tras los sucesos de la última temporada... Sin embargo, a pesar de la desesperación, es importante el detalle de Rick al no dejar que Carl se comiera una lata de comida para gatos.
Tras pasar el invierno evitando las zonas más infestadas de caminantes y cuando parece que ya no hay donde ir, el grupo encuentra la prisión, un lugar repleto de zombies, pero que Rick pretende convertir en un lugar seguro para los suyos, y más ante el inminente parto de Lori. Podríamos pensar que la prisión se va a convertir lo que fue la granja Hershel en la temporada anterior, un lugar en principio idílico libre de caminantes y donde los protagonistas podían pasar los días con una cierta sensación de seguridad, algo que chirriaba en un escenario post-apocalíptico como el que describe la serie. La prisión no es la granja Hershel, y así lo han querido dejar claro los guionistas, con cientos de caminantes campando a sus anchas en el lugar que Rick pretende que les sirva de hogar.
Quienes se quejaban de la falta de zombies y de acción en la pasada temporada, no van a tener muchos argumentos para seguir sosteniendo esa opinión. Desde el minuto uno estamos viendo caminantes y, con la llegada a la cárcel, el episodio se convierte en un festival de sangre y vísceras que hará las delicias de los amantes de la casquería. Hay que resaltar el estupendo trabajo del equipo de maquillaje de Greg Nicotero, el cual se ha empleado a fondo tanto en las prótesis como en la creación de zombies animatrónicos, como en la escena en la que Carl entra en una dependencia de la prisión y le dispara a un caminante, o aquella en la que Rick le quita el casco a un guardia zombie y le arranca la cara.
En la escena en la que el grupo entra a saco en el patio de la prisión para limpiarlo de caminantes nos damos cuenta que se han convertido en una engrasada máquina de matar, donde todos los supervivientes se coordinan para matar los máximos zombies posibles. Incluso el pequeño Carl ha desarrollado una excelente puntería, algo que no debe extrañarnos si tenemos en cuenta el empeño que ponía el chico en sus prácticas de tiro en la granja.
La tensión entre Lori y Rick no se ha amortiguado ni por los meses que han transcurrido desde los sucesos del final de temporada anterior ni por el embarazo de aquella. Lori se siente culpable por todo lo que pasó entre Shane (Jon Bernthal) y su marido, pero este es reacio a hablar de nada con ella, tan solo desea mantener al grupo con vida y al niño que está por venir. Es uno de los pocos momentos del episodio donde hay cierta interacción entre los personajes, aparte del breve descanso que el grupo se toma tras limpiar el patio de la prisión de caminantes.
Paralelamente a lo que sucede en la penitenciaría, se nos presenta a Michonne (Danai Gurira) en una espectacular escena donde hace buen uso de su katana. Descubrimos que Andrea (Laurie Holden) está enferma y que se resiste a que Michonne se ponga en peligro por ella por buscarle medicinas. Uno de los temores de los fans era como se resentiría el realismo del show con un personaje como Michonne, algo que a la vista de este primer episodio, está claro que no va a suceder. Tanto Michonne y su habilidad con la espada japonesa como sus peculiares acompañantes se integran perfectamente con el tono de la serie, sorprendiendo por la propia naturaleza del personaje, pero sin distraernos del realismo en el que se asienta la serie.
Hershel (Scott Wilson) parece haber tomado el testigo del fallecido Dale en lo que a la conciencia del grupo se refiere. En una de las escasa escenas intimistas del episodio, el granjero consuela a Lori mientras esta se desahoga por su conflicto con Rick. Hershel intenta que se centre en su embarazo y en quitarle las locas obsesiones que Lori comienza a tener acerca de su bebé. ¿Va a convertirse Hershel en el nuevo Pepito Grillo del grupo? Ya veremos, teniendo en cuenta los sucesos del final del episodio.
En resumen, este primer episodio de la nueva temporada supone un salto cualitativo en la serie, si con ello queremos decir más zombies y más acción. Los que se quejaban de cierto inmovilismo en la temporada pasada parece que no tendrán motivos de queja, pues aunque la cárcel sea un escenario importante de los nuevos episodios, también se combinará con el pueblo de Woodbury, dando al show algo de mas variedad paisajística. Las escenas de diálogos se han visto reducidas, ahora que ya conocemos perfectamente las motivaciones y preocupaciones de los protagonistas. Ahora tan solo queda esperar como va a afectar al grupo la llegada a Woodbury y el inevitable enfrentamiento con El Gobernador.
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