Por fin ha comenzado a emitirse la segunda temporada de Spartacus: Sangre y Arena. Los responsables de la serie han decidido no mantener ese mismo nombre, tal y como ocurrió con la estupenda precuela a la que se llamó Spartacus: Dioses de la Arena. En este primer episodio, que ha sido colgado por la cadena Starz antes de su estreno en televisión para así crear más
expectación, vemos como los gladiadores rebeldes liderados por Spartacus (Liam McIntyre) se ocultan en Capua cometiendo robos de dinero y comida fundamentalmente.
expectación, vemos como los gladiadores rebeldes liderados por Spartacus (Liam McIntyre) se ocultan en Capua cometiendo robos de dinero y comida fundamentalmente.
Todavía el liderazgo de Spartacus no está lo suficientemente consolidado entre los rebeldes, aun sin pensamientos de emprender una contienda a gran escala contra la maquinaria militar romana. Los intereses del grupo pasan por ocultarse en los subterráneos de Capua robando para subsistir, lo que llamará la atención de Roma, que enviará al legado Glabro (Craig Parker) para sofocar la rebelión. A partir de aquí la situación se complica para los rebeldes que deberán salir a la luz para luchar por su libertad y dando a Spartacus un nuevo motivo por el que combatir: matar al hombre que envió a su difunta esposa a la esclavitud.
Lo primero que nos salta a la vista es, obviamente, el cambio de actor protagonista. Aunque la interpretación del fallecido Whitfield siempre nos quedará ahí, el actor que lo sustituye parece bastante capaz de cargar con el peso del show sobre sus anchos hombros. Es más, viendo este primer episodio, la química que Whitfield tenía con actores como Manu Bennet (Crixo) o Katrina Law (Mira) persiste en McIntyre. La semejanza física de McIntyre con Whitfield hace también que sumergirnos de nuevo en la historia sea más fácil.
Como era de esperar, afortunadamente, el nivel de violencia y sexo de la serie no ha bajado ni un ápice. Quizás incluso me atrevería a decir que dichos niveles han aumentado varios grados. Hay que destacar de este primer episodio de la temporada la escena en la que Oenomao (Peter Mensah) se enfrenta en solitario a un grupo de maleantes o el memorable asalto a un burdel por parte de los hombres de Spartacus, escena donde se combinan perfectamente sexo y sangre a raudales.
Pero, ¿qué hay de las intrigas políticas, las envidias y las traiciones que tanto o más que las escenas de acción nos hicieron disfrutar en la primera temporada y en su precuela, Dioses de la Arena? Muerto el personaje de Batiato, interpretado por un excepcional John Hannah (La Momia), el carismático villano de la primera temporada y del cual me atrevería a decir que era su auténtico protagonista, queda un vacío en la serie que va a ser difícil de llenar. Para tal fin se presentan los hermanos Seppius (Tom Hobbs) y Seppia (Hanna Mangan), que en este primer episodio no es que despierten demasiado interés. Veremos cómo los desarrollan a lo largo de la temporada.
De Claudio Glabro (Craig Parker) y su esposa Ilitia (Viva Bianca) podemos esperar momentos más memorables, ahora que se han trasladado al ludus de la masacrada familia Batiato. En cierto modo van a ser los que van a sustituir el vacío de Lucrecia (Lucy Lawless) y su esposo. Bueno, sólo de Batiato, porque Lucrecia, inexplicablemente, no ha muerto, sino que ha sobrevivido porque alguien ha curado sus heridas, aunque ha perdido (o lo simula) la memoria de lo sucedido.
Técnicamente hablando, la serie continua con sus estilo habitual, aunque parece que las escenas en exteriores, aunque sean digitales, van a ser más abundantes que en las anteriores temporadas. El capítulo no defrauda respecto a lo que se espera de la serie, es decir, sangre, sexo e intrigas políticas y casi no parece que haya habido un paréntesis entre lo sucedido desde el final de Sangre y Arena. El principal reto, la sustitución de Andy Whitfield por otro actor, se supera con nota, olvidándonos durante 40 minutos que Spartacus tiene un rostro diferente del que recordábamos. En definitiva, una serie que merece la pena ver pues su temática, estilo y enfoque llenan un hueco importante en el actual panorama televisivo.
Pero, ¿qué hay de las intrigas políticas, las envidias y las traiciones que tanto o más que las escenas de acción nos hicieron disfrutar en la primera temporada y en su precuela, Dioses de la Arena? Muerto el personaje de Batiato, interpretado por un excepcional John Hannah (La Momia), el carismático villano de la primera temporada y del cual me atrevería a decir que era su auténtico protagonista, queda un vacío en la serie que va a ser difícil de llenar. Para tal fin se presentan los hermanos Seppius (Tom Hobbs) y Seppia (Hanna Mangan), que en este primer episodio no es que despierten demasiado interés. Veremos cómo los desarrollan a lo largo de la temporada.
De Claudio Glabro (Craig Parker) y su esposa Ilitia (Viva Bianca) podemos esperar momentos más memorables, ahora que se han trasladado al ludus de la masacrada familia Batiato. En cierto modo van a ser los que van a sustituir el vacío de Lucrecia (Lucy Lawless) y su esposo. Bueno, sólo de Batiato, porque Lucrecia, inexplicablemente, no ha muerto, sino que ha sobrevivido porque alguien ha curado sus heridas, aunque ha perdido (o lo simula) la memoria de lo sucedido.
VIVA BIANCA ES ILITIA, UN PERSONAJE QUE SEGUIRÁ OFRECIÉNDONOS BUENOS MOMENTOS EN ESTA TEMPORADA |
Técnicamente hablando, la serie continua con sus estilo habitual, aunque parece que las escenas en exteriores, aunque sean digitales, van a ser más abundantes que en las anteriores temporadas. El capítulo no defrauda respecto a lo que se espera de la serie, es decir, sangre, sexo e intrigas políticas y casi no parece que haya habido un paréntesis entre lo sucedido desde el final de Sangre y Arena. El principal reto, la sustitución de Andy Whitfield por otro actor, se supera con nota, olvidándonos durante 40 minutos que Spartacus tiene un rostro diferente del que recordábamos. En definitiva, una serie que merece la pena ver pues su temática, estilo y enfoque llenan un hueco importante en el actual panorama televisivo.
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