Hoy en día la figura del zombi es bastante conocida en la cultura popular. Hay personas que celebran el día del orgullo zombi coincidiendo con la fecha de nacimiento de George A. Romero y se pasean disfrazados por el Corte Inglés ante la sorpresa de los atónitos compradores, que se piensan que están siendo atacados por una horda de vagabundos desarrapados.
El gobierno de los Estados Unidos ha lanzado recientemente una campaña para informar a la población sobre las formas de actuación adecuadas ante una catástrofe natural y no se les ha ocurrido otra cosa que elegir a estas entrañables criaturas como ejemplo ilustrativo del apocalipsis. Chicas pelirrojas ataviadas con ajustadas camisetas estampadas en ilustraciones de Dave McKean se te acercan en la cafetería donde sueles desayunar para preguntarte si eres más de zombis que de vampiros. Bueno, en honor a la verdad tengo que decir que esto último no es cierto, pero tampoco estaría mal que sucediera.
Sin embargo, este liderazgo en la lista de personajes de terror más populares no siempre fue así. Al principio, quiero decir, en la década de los años 30 que fue cuando se rodaron las primeras películas en las que aparecían muertos vivientes, éstas se consideraban menores frente a las de los monstruos clásicos de la Universal como Drácula o el hombre lobo.
“White Zombie”, bautizada en España con el creativo título de “La legión de los muertos sin alma”, es considerada por muchos como la primera película del género. Su argumento nos cuenta el viaje a Haití de una ingenua muchacha de ingenuo nombre, Madeleine, para casarse con su prometido que trabaja en una plantación. Una vez allí, el dueño de la misma se enamora de ella y recurre a un jefe de personal muy particular, un brujo experto en vudú que le proporciona un ejército de muertos vivientes como mano de obra. Como no podía ser de otro modo, el malvado brujo le propone un plan que pasa por matar a la muchacha y convertirla en una zombi sin voluntad. El prometido de Madeleine, ayudado por un misionero local, desbaratará sus planes, provocando de paso la muerte de los malos de la función.
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Es palpable que los argumentos de estas películas rodadas en los años 30 y 40 son muy similares y que están ribeteados de multitud de elementos románticos. Además, la acción se desarrolla en la isla caribeña de Haití, escenario representativo de la exótica y oscura religión Vudú, motor de la aparición del muerto viviente.
En esta primera época, los zombis son descritos como esclavos sin voluntad y sin mente bajo el influjo de algún tipo de hechizo provocado por un malvado brujo, equivalente de la época del “mad doctor”. Apenas existe ninguna de las características que se atribuyen al zombi en la actualidad, más allá de ser un muerto que ha sido devuelto a la vida. Próximamente, iremos desgranando la evolución que nos llevará al zombi tal como lo conocemos en la actualidad.
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