Hay actualmente, dentro del descomunal panorama televisivo, pocas series tan disímiles como la que hoy nos ocupa. Parece mentira que un producto a priori sencillo en cuanto a descripción se haya convertido en un drama amasador tanto de premios como fans incondicionales, mientras que por el contrario ha guardado un inquebrantable status de producto no apto para los gustos y paciencias de todos los públicos. Lo dicho, no es simple destacar hoy en día desde la extrañeza y posiblemente a partir de una bipolaridad narrativa, emocional y visual, como lo ha hecho Breaking Bad. Ciertamente se trata de una serie de televisión que atesora un emplazamiento inclasificable como su máximo valor. Por eso tal vez se merezca la enumeración de una serie de razones por las cuales se puede justificar el que una persona le conceda la oportunidad de verla y compartir las intensas emociones que este producto emana.
Pero empecemos mejor por las presentaciones formales de los bien educados. Breaking Bad es una serie dramática estadounidense que nace y crece en el canal por cable American Movie Classics (AMC Networks), casa multicolor que aloja productos tan dispares como la sobria Mad Men o los viscerales zombis de The Walking Dead. Este drama en pantalla pequeña se estrenó en 2008, y cuenta con un total de cinco temporadas. Como responsable encontramos la figura del productor Vince Gilligan, que también ha trabajado en Expediente X realizando las mismas labores.
En lo que a sinopsis se refiere, estamos ante la amarga historia de Walter White (interpretado por Bryan Cranston), un apocado profesor de química que el día de su 50 cumpleaños descubre que padece un cáncer en estado muy avanzado. A raíz de este terrible suceso, Walter utiliza cuantos elementos tiene a su alcance para encontrar el modo de proveer a su encinta esposa Skyler (Anna Gunn) y a su hijo minusválido Walter Jr. (RJ Mitte) de una herencia económica que perdure mucho más allá de su efímera vida restante. La cuestión es que a espaldas de todos lo que Walter escoge es convertirse en fabricante de una droga denominada metanfetamina, la cual distribuirá con la ayuda de Jesse Pinkman (Aaron Paul), un ex alumno que disfruta de una discreta existencia dentro de dicho ilícito mundo. Y una vez hechas las presentaciones, procedamos a los argumentos a favor y en contra para esta serie:
- DESARROLLO SORPRENDENTE: En Breaking Bad no tienen la deferencia con su público de ser previsibles. En su primer episodio, a un arranque a caballo entre lo cómico y lo desconcertante, sucede el descarnado drama de afrontar la muerte por enfermedad. Todo aderezado con flashes de desatada locura y una mirada en principio esquiva pero promisoria al entorno de las drogas. A partir de aquí las temporadas cuentan con momentos frenéticos de aventuras y desventuras compaginadas con otros donde se acciona el freno de mano para que contemplemos la ordinaria vida de los participantes segundo a segundo. Todo envuelto en lo desconcertante e intrigante que resulta un protagonista perfectamente socializado pero que expresa tener por momentos los arrebatos de cólera del más sociópata. Porque contemplando esta serie pronto nos asalta la duda de si Walter hace lo que hace por necesidad o por liberación.
WHITE (CRANSTON) Y JESSE PINKMAN (AARON PAUL) |
- INTERPRETACIONES FUERA DE LO COMÚN: La sobresaliente actuación de Bryan Cranston parece ser el detonante para que sus compañeros de reparto suban a su vez el listón interpretativo en aras de alcanzar al actor principal. El protagonista tiene la ardua labor de interpretar a dos personajes alternativamente: al pacífico Walter White y al implacable Míster Heisenberg. Aunque una y otra personalidad no necesariamente se aplican a su vida familiar y al mundo del crimen respectivamente. A estas está la difícil labor de hacer de sidekick a la bestial caracterización de Walter, labor que desempeña con acierto Aaron Paul, que es mucho más que una cara bonita. A Pinkman le toca el plato desagradable de no enterarse de nada hasta muy tarde, y de no librarse de ninguna consecuencia. Otros grandes notables papeles recurrentes son interpretados por Dean Norris y Jonathan Banks. El primero hace suyo a un extrovertido y rudo agente de la DEA, Hank Schrader, que tiene al lobo en su redil - es cuñado de Walter - sin percatarse lo más mínimo de ello. Hank es todo jolgorio de cara a la galería, pero el trabajo interpretativo implica expresar astucia, intuición e incluso cierta crueldad con su esposa. Banks es en este drama un expoli que ha pasado al otro bando, hombre tan parco en palabras como peligroso en actos. Un personaje peligroso y certero al que nunca encuentran con el paso cambiado y las ve venir desde muy lejos. Que queden estos casos como simples muestras de una labor interpretativa impecable y extensible al casting al completo.
PINKMAN, WHITE Y MIKE (JONATHAN BANKS) |
- PERSONAJES COMPLEJOS: Arañar la psicología de Walter White nos llevaría todo un libro. Intentar profundizar en un ser que ahora se deja ningunear en una cena familiar pero que al momento siguiente puede mirar impasiblemente como se ahoga en su propio vómito una joven drogadicta requiere más capacidad de análisis de lo que esta oportunidad brinda. Sin embargo no es ni mucho menos el único caso de flagrante contraste. Pinkman ama y odia a Walter a partes iguales, y acompañar al ex profesor en su camino criminal le está conduciendo al abismo. Y este resulta ser un efecto contagioso, puesto que el entorno de Walter White recibe el impacto de las desdichas del mismo. La esposa flirtea con una promiscuidad insatisfactoria, su cuñado recibe heridas al investigar, el hijo contempla impotente una familia que se desintegra. En realidad la serie plantea la metáfora de las diferentes máscaras que todos nos ponemos dependiendo de si nos encontramos con la familia, el trabajo, una fiesta, etc. Sin embargo la virtud de esta serie es que no se acomoda en una sola de estas caretas y nos va mostrando distintas en los personajes.
- RADIOGRAFÍA DEL MUNDO DE LAS DROGAS: Aunque el drama de los pacientes de cáncer aparece como es lógico en Breaking Bad, el motor principal de esta serie es mostrarnos la evolución/degradación de una persona cuando se inmiscuye profesionalmente en el sórdido mundo del comercio de drogas duras. Porque la llegada de dinero comporta el problema de tener que blanquearlo, o de contar con abogados que auxilien a tus camellos cuando son apresados. Tampoco queda al margen la búsqueda de distribuidores, las luchas de poder, el justificar tus desapariciones o tu repentina bonanza económica. En esta serie todo esto evoluciona desde la nada, lejos de lo descrito en otras series como Los Soprano o The Wire, aquí vamos siendo partícipes de cómo se construye un imperio criminal cimentado - por mucho que el protagonista se esfuerce al principio en lo contrario- en la contundencia, miseria y poder sobre terceros.
- VIOLENCIA VERSUS SENTIMIENTO: La dualidad varias veces nombrada antes se traduce en violencia y emotividad como insignias de este drama televisivo. Tenemos a personas reales aplicando o provocando violencia. Esto conlleva ciertas escenas de emotividad, reflexión y arrepentimiento. Porque no trascurre una temporada sin que tengamos momentos de fraternidad entre los personajes, o veamos lo que duele perder a un compañero o colega. Tampoco se libran ni los villanos de sufrir o haber padecido en esta serie, de manera que se difumina al mínimo la línea fronteriza del bien y el mal. Empezando por el protagonista, que a medida que trascurren las temporadas es más Heisenberg que Walter White, extendiéndose sus expeditivos actos de malversación física y emocional a todo su entorno cotidiano. Porque Breaking Bad también es una cierta carrera hacia la locura, o si más no al descontrol y el caos personal.
- SINRAZONES DE ESPECTADOR RESABIDO: Breaking Bad, traducible posiblemente como "volviéndose malo", no es una serie cómoda ni sencilla de ver, y esto puede traducirse para algunos en defectos. Como bien he dicho el ritmo se estira y se contrae, de manera que hay capítulos lentos repletos de silencios y expresiones que puede que no agraden a todos. Tampoco se trata de la premisa más original. Dexter ya presentaba a un hombre de familia llevando una doble vida; la comedia Weeds trata a su vez de un ama de casa que empieza a vender droga para superar la adversidad económica; y Los Soprano casaron el crimen organizado con el cáncer o la depresión mucho antes. Si a esto le sumamos un protagonista en estos lares conocido como el padre tontorrón de la serie Malcolm, tal vez a muchos les cueste sentarse cuando la pantalla plasma esta ficción. Igualmente puede que el comportamiento amoral de los personajes escandalice - los inocentes, inclusive niños, reciben a base de bien aquí - ante escenas de violencia o degradación.
Esto y mucho más es Breaking Bad, una serie de simples escenarios y medios aparentemente poco suntuosos que lleva mucho tiempo viendo a sus actores nominados y premiados en el mundo de la televisión. Una serie que se hace día a día: resulta que Jesse Pinkman estaba planeado que muriese en la primera temporada, y que Gus Fring destacó durante más tiempo por regateo con el actor. Además, la quinta y última temporada todavía no estaba rubricada a nivel argumental poco antes de arrancar su rodaje. Pero esto es lo bueno de contar con una gran materia prima, que a veces las cosas avanzan sobre la marcha gracias a que la maquinaria responde. Terminamos este artículo despidiendo a los no convencidos y alentando a los curiosos con que aún están a tiempo de ponerse en modo maratón con esta ficción y llegar con los deberes hechos al verano de 2013, momento en que nos sentaremos todos los devotos a contemplar y disfrutar del final de esta gran serie.
El autor de este sensacional artículo es Raúl Martín, bloguero y colaborador habitual del excelente podcast La Órbita de Endor. Ha escrito artículos para editoriales de cómics españolas como son Dolmen o Planeta DeAgostini, así como para la web Zona Negativa. El año pasado tuvimos el privilegio de tenerlo como corresponsal en la Comic Con de San Diego, de la cual nos dejó sus impresiones en un interesante post.
Copyright de las fotos: © AMC
El autor de este sensacional artículo es Raúl Martín, bloguero y colaborador habitual del excelente podcast La Órbita de Endor. Ha escrito artículos para editoriales de cómics españolas como son Dolmen o Planeta DeAgostini, así como para la web Zona Negativa. El año pasado tuvimos el privilegio de tenerlo como corresponsal en la Comic Con de San Diego, de la cual nos dejó sus impresiones en un interesante post.
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