Con la expectación que supone la "revolución" que pretende Netflix con esta serie, poniendo a disposición de los clientes la serie completa de un tirón y no semanalmente, vimos el piloto de House Of Cards. En el, Kevin Spacey es Francis Underwood, un congresista demócrata lo bastante listo para estar siempre junto el caballo ganador. Demasiado listo quizás, ya que su fama de resolver entuertos frena sus aspiraciones de ser Secretario de Estado como le prometió el recién elegido presidente. Francis y su leal esposa, Claire (Robin Wright), no se darán por vencidos y piensan hacer realidad la promesa que les hicieron. A la misma vez, Zoe Barnes (Kate Mara), una ambiciosa y joven periodista del Washington Herald, se las arregla para pedirle a Francis que sea su garganta profunda y le filtre información. Esto será un arma que Francis necesitará para cumplir sus planes.
IMAGEN PROMOCIONAL DE LA SERIE |
Que el actor principal sea alguien tan solvente como Spacey y que el piloto lo haya dirigido David Fincher, se ha notado para bien. No porque el director sea famoso, el rodaje tiene que dejar de parecer rutinario, como ocurrió con Revolution, dirigida por Jon Favreau. La clave para que conectes con la serie es que te enganche Spacey, el cual es el corazón de la historia y domina el tiempo en la pantalla. Habla a la cámara dirigiéndose al espectador explicándonos quien es quien, y lo que su personaje piensa de una manera muy amena y divertida. Los diálogos son bastante buenos, creíbles e ingeniosos a la vez, pero sin saturar siendo demasiado largos. No encontraréis aquí buenos por ningún lado, las buenas series cada vez prescinden más de ellos. Ni siquiera Claire, que dirige una fundación benéfica, demuestra las virtudes que alguien en su posición debiera poseer. Los tejemanejes de Washington, al menos en apariencia, resultan muy creíbles para quienes no vivimos en ese mundo pero seguimos las noticias.
FRANCIS SERÁ NUESTRO GUÍA ENTRE LAS CORRUPTELAS |
Francis no deja nada al azar y se asegura que todos estén a su servicio para lograr sus ambiciones. Con su esposa, al menos en el piloto, parece tener una buena relación, toda una novedad en este tipo de series. Por eso no me fio de que en próximos capítulos aparezca una amante. En cuanto a los secundarios, apenas hemos conocido unos pocos. Parecen demasiado grises de momento, destacando más el matrimonio Underwood y Zoe.
No dudo que la original británica Casa de Naipes de 1990 sea mejor, pero no creo que sea tan fácil trasladar esta historia tantos años después, y la forma de hacer política de Westminster a Washington como para no reconocerle un gran mérito. Al que no le guste esta serie, puede achacarse a que no le interese el tema, pero desde luego no puede culpar a una producción que cumple en todos sus puntos, al menos en esta presentación.
Sólo me queda felicitar a Netflix, que ha colgado on-line el piloto para que lo vea todo el mundo, y por arriesgarse con una serie de calidad, de temática no muy popular, pero muy agradecida para las grandes historias. Dicen que ellos invierten a largo plazo, no buscando la inmediatez de los canales en abierto, sino la rentabilidad de un buen producto que se siga solicitando dentro de unos años. Han calculado cuanto se descargan las películas de Fincher en su servicio y también aquellas protagonizadas por Spacey. Y han pagado por la serie 100 millones de dólares. Que les salga bien influirá mucho en la televisión que vayamos a tener en el futuro.
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