Hace unas horas terminé de ver el último capítulo de Perdidos. En la soledad de mi casa, en mi sofá, junto a mis libros, me emocioné profundamente con la despedida de unos personajes que me habían acompañado durante casi seis años. La última temporada de esta genial serie quizás no haya sido la mejor; casi diría que ha sido la peor. Hasta el penúltimo capítulo he pensado que el final no iba a estar a la altura de las expectativas creadas. Semana tras semana se nos han dado las claves de algunos de los misterios de la isla. Otros secretos, en cambio, permanecen en la mente de los creadores de la serie o, simplemente, nunca pretendieron tener una explicación.
No pretendo aquí exponer ninguna teoría sobre el final de Perdidos. Los entusiastas de las explicaciones enrevesadas sólo tienen que teclear perdidos capítulo final en Google y ahí las hallarán de todos los colores. Solo me gustaría decir que me ha parecido un buen final. El último capítulo me ha emocionado y entusiasmado, revelando lo esencial, lo verdaderamente fundamental de la historia. Muchos de los detalles menos importantes han ido siendo desvelados a lo largo de sus 121 capítulos. Otros misterios serán carne de especulación durante meses, sino años.Eso sí los productores no deciden lanzar una versión extendida en DVD de esta última temporada donde se desvelen los enigmas no resueltos.
Los creadores de Lost supieron mezclar sabiamente géneros cinematográficos, referencias cinéfilas, mitología, ciencia ficción, religión y un sinfín de elementos que conformaron una serie ya mítica en la historia de la televisión
Perdidos ha sido importante por su desarrollo, por su historia, no por su inicio ni por su final. En tantos episodios, los de relleno también han estado presentes, como en todas las series por buenas que sean. El mantener en vilo al personal semana tras semana, temporada tras temporada, eso es lo importante.Y el final, para mí, ha estado a la altura.
A partir de aquí, si quieres, no sigas leyendo si no has visto el final.
A mi entender, no hemos asistido a ninguna ensoñación ni delirio del doctor Shephard tras el accidente de avión inicial. No estamos viendo Los Serrano ni nada que se le parezca. Todo ha transcurrido tal y como lo hemos presenciado capítulo tras capítulo. Sencillamente, algo se torció al final, quizás debido a la explosión de la bomba atómica. La realidad alternativa, esa especie de purgatorio en la que los personajes se van encontrando, es una creación ad hoc fabricada por ellos mismos tras su muerte en la isla. El momento exacto en el que mueren es uno de los misterios sobre los que se verterá más tinta en los próximos meses.
La escena final con Jack cerrando sus ojos tras ver pasar el avión (¿qué avión?) sobre él y esos restos en la playa dan bastante que pensar. Entiendo que al ser imposible salir de la isla salvo siguiendo una ruta determinada, ese avión que ve Shephard terminó por estrellarse. Si no, ¿qué hacen Kate, Sawyer, Miles, Lapidus, Richard y Claire en la iglesia? Tendré que ver de nuevo el capítulo más tranquilo pero no recuerdo ni a Richard ni a Lapidus en dicha iglesia, ¿por qué?
Alabo el acierto de los guionistas de apartar un poco del final las explicaciones más o menos mitológico-científicas sobre la naturaleza de la isla y centrarse en los personajes que han luchado por sobrevivir a tantas penalidades. En muchos foros se abomina de esta carga emotiva y se prefiere algo más frío, más drástico, más duro. Este final, en su aparente emotividad, es duro a su manera. Incluso, yendo un poco más allá, podemos extraer hasta una moraleja de toda la historia. Como bien dice Christian Shephard a su hijo Jack, la plenitud de su vida fue en compañía de las personas que ayudó y amó en aquella isla, y eso es lo que se va a llevar de bueno al otro lado.
Si os gustó este final como a mi os recomiendo que leáis los relatos y novelas de Philip K. Dick, en especial Ubik, Algo Para Vosotros Temponautas o Podemos Recordarlo Todo Para Usted. En cualquiera de esas tres historias hallareis claves que se han repetido en la serie Perdidos. Eso me da que pensar una vez más que ya todo está inventado y que lo único que cambia es el envoltorio y la forma en la que se nos ofrecen las historias.
Me quedo con la imagen de un Jack moribundo y el perro Vincent junto a él. Al final es cierta la máxima: nadie muere solo, lo cual es esperanzador.
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